
En junio de 1977, Marvel Comics dio un golpe sobre la mesa al hacerse con los derechos de uno de los personajes literarios más icónicos de todos los tiempos: «Tarzán, el señor de la Jungla» («Tarzan: Lord of the Jungle«) creado por Edgar Rice Burroughs. No era cualquier fichaje; se trataba de una oportunidad para revitalizar las aventuras del hombre-mono bajo el sello de la Casa de las Ideas, conocida por transformar héroes clásicos en fenómenos modernos. Marvel no se conformó con menos: puso al frente de este ambicioso proyecto a dos de sus titanes creativos, Roy Thomas, un guionista que en su momento podía convertir cualquier texto en oro puro, y John Buscema, cuya habilidad para dibujar héroes musculosos, paisajes épicos y batallas frenéticas ya era la envidia de la industria.
Este tomo, que abarca las historias publicadas entre 1977 y 1979 que incluyen los 24 números de la serie original, es mucho más que una simple recopilación. Es un tributo al espíritu del rey de la jungla y su compleja dualidad: un hombre atrapado entre dos mundos, entre la civilización y la naturaleza salvaje. Lo que hace a esta etapa particularmente especial es que no solamente vemos a un Tarzán más maduro, ya casado con Jane y viviendo como John Clayton II (Lord Greystoke), sino que también viajamos al pasado para presenciar momentos cruciales de su juventud en la selva. Este enfoque permite explorar al personaje en toda su amplitud, tanto como un guerrero salvaje que se comunica con los animales como un hombre que interactúa con gente lo que llamaríamos “civilizada”. Adaptan la cuarta obra literaria llamada Tarzán y las joyas de Opar, con un flashback explicando el origen del personaje en el comic número dos, para situar a los lectores sin que nadie se pierda.

La primera mitad del tomo está escrita por Roy Thomas, cuyo trabajo al adecuar libremente los escritos de Burroughs brilla con fuerza. Thomas intenta mantenerse fiel al material original, respetando los elementos fundamentales de los libros, pero añadiendo esos toques de dinamismo y emoción que solo el cómic puede ofrecer (muy cercanos a su obra de «la Espada Salvaje…»). Estas historias no solo están cargadas de acción, sino también ese toque personal del escritor que tantas alegrías dio a los aficionados a Conan el Bárbaro. Por otro lado, el uso que da a la relación de Tarzán con los animales de la selva, especialmente con las grandes bestias, es retratada con una sensibilidad casi perfecta. En cada página, se percibe la conexión única de Tarzán con la naturaleza, una relación que no solo define al personaje, sino que también lo distingue de cualquier otro héroe.
En el aspecto gráfico, el arte de John Buscema en esta etapa es simplemente deslumbrante. Considerado por muchos (entre los que me incluyo) como uno de los mejores dibujantes en la historia de Marvel, captura con maestría la majestuosidad de la jungla, la intensidad de los enfrentamientos y la imponente presencia de Tarzán (consiguiendo además una separación gráfica clara respecto de su estilo utilizado para Conan El Bárbaro). Sus ilustraciones están llenas de movimiento, energía y detalle, haciendo que cada página sea un espectáculo visual. Las escenas donde Tarzán se desplaza entre los árboles o se enfrenta a fieras salvajes son tan vívidas que casi se pueden escuchar los rugidos y sentir la humedad de la selva. Además, el entintado de artistas como Alfredo Alcalá, Tony DeZuñiga, Rudy Mesina o Klaus Janson realza aún más el trabajo de Buscema, aportando una riqueza de texturas y un nivel de superior de detalle en muchas de las viñetas.

La segunda mitad del tomo da un giro hacia lo fantástico, con historias ambientadas en Pellucidar, el mundo subterráneo creado por Burroughs. Aquí, el guion pasa a manos entre Roy Thomas y David Kraft, quien, junto los dibujantes anteriormente mencionados, desarrolla aventuras que se alejan del realismo de la selva para adentrarse en territorios más imaginativos. Pellucidar, con sus paisajes imposibles, criaturas prehistóricas y civilizaciones perdidas, ofrece un telón de fondo perfecto para expandir el universo de Tarzán. Aunque estas historias son menos fieles al tono original de las novelas, su sentido de maravilla y exploración las hace igualmente fascinantes. Los últimos números del tomo están escritos y dibujados por Bill Mantlo, Sal Buscema, Bob Hall y Jim Mooney. En esta etapa, destacaría a Sal Buscema sobre el resto. El dibujo es bastante diferente del de su hermano. Esto da una oportunidad de explorar escenarios mucho más imaginativos: cavernas interminables, paisajes volcánicos, vastos océanos subterráneos y criaturas prehistóricas que desafían la lógica del mundo exterior. Aunque el estilo es más funcional que espectacular, no se puede subestimar la importancia de su enfoque en la cohesión de toda la trama. En una obra donde el estilo de dibujo debe equilibrarse con momentos de acción trepidante pasando por pausas para la construcción de mundos y la exploración de personajes, la claridad y el ritmo que aporta Sal son invaluables. Sus páginas pueden no ser tan ornamentadas como las de su hermano John, pero logran capturar la esencia de las historias de Tarzán con una precisión y eficacia que las hace sumamente disfrutables.
Me gustaría destacar como en estas historias los creadores juegan con la capacidad del personaje para entender y empatizar con las criaturas de la jungla, siendo una ventaja en sus aventuras como un recordatorio de su conexión con el mundo natural. Estas interacciones no solo son un deleite visual, gracias al arte detallado de los Buscema, sino que también refuerzan la idea de que Tarzán no es simplemente un hombre viviendo en la jungla, sino alguien que pertenece a ella de una manera profunda y única. Además, el tomo destaca por su equilibrio entre las historias de acción y los momentos más introspectivos. Tarzán no solo es un guerrero implacable, sino también un hombre reflexivo, atrapado entre dos mundos y siempre en busca de su lugar en ellos. La relación entre Tarzán y Jane es otro punto fuerte mostrando una dinámica madura y compleja que va más allá de los clichés románticos. Jane no es simplemente una figura secundaria; es una compañera fuerte y decidida que complementa y desafía a Tarzán en igual medida. Aunque algunas historias pueden parecer que son un poco más largas de lo necesario, esto no disminuye el placer de la lectura. Cada aventura está llena de detalles que te introducen en el universo de Tarzán y mantienen al lector enganchado hasta el final. Desde los enfrentamientos con peligrosos animales y tribus hostiles hasta el encuentro con grandes villanos como el Árabe Loco.

Esta edición en castellano corre a cargo de Dolmen Editorial, en un imponente formato de 21,5 x 28 cm, tapa dura y 432 páginas en blanco y negro (aunque el material original se publicase en color) se posiciona como un tesoro para los amantes del cómic clásico. Y más para disfrutar de los lápices de los Buscema, que son un espectáculo digno de admirar. Por otro lado, uno de los grandes aciertos de esta publicación es la traducción de Rafael Marín, figura destacada en el panorama del cómic español. Su labor no se limita únicamente a trasladar las aventuras de Tarzán al castellano, sino que además nos regala un apasionante texto introductorio. En él, Marín desvela el trasfondo de cómo Marvel adquirió los derechos del personaje y emprendió la titánica tarea de reinterpretar las historias de uno de los héroes más icónicos de la cultura popular. Este prólogo no solo contextualiza la obra dentro de la época dorada del cómic, sino que también nos cuenta como la distinguida competencia tuvo mucho antes los derechos del hombre-mono y que posteriormente pasarían al mercado europeo.
Si el contenido principal no fuese ya suficiente para convencer a cualquier aficionado, esta edición incluye un conjunto de extras que la convierten en algo todavía más interesante. Entre ellos, destacan los escáneres de páginas originales y bocetos a lápiz realizados por Big John. Estos materiales no solo nos permiten apreciar el proceso creativo detrás de las historias, sino que también nos ofrecen una ventana única al talento del «hermano mayor» de la familia Buscema, cuya dedicación y maestría siguen siendo una fuente de inspiración para generaciones de artistas. A este apartado se suma la rotulación de Jesús Yugo, quien aporta un acabado moderno y pulcro que respeta la esencia clásica de la obra original. Además, al final de tomo tenemos una colección de portadas ilustradas por John Buscema junto a auténticas leyendas del medio, como Neal Adams, Pablo Marcos, Dave Cockrum o Bob McLeod. Al observar esas portadas del «Tarzán, Señor de la Jungla«, es imposible no sentir el eco de los murmullos de la selva. Cada página nos devuelve al corazón salvaje de un personaje que trasciende el tiempo, un héroe que aún nos invita a recordar que la verdadera libertad se encuentra en el sonido del viento entre los árboles y en el latido indómito de la aventura.
