Soy una matagigantes: un martillo metafórico

Barbara Thorson no es como las demás niñas de su edad, y eso es evidente desde la primera página de este tebeo. Mientras otros niños de quinto curso están preocupados por sus deberes, su grupo de amigos o por decidir a qué jugarán en el recreo, Barbara carga un martillo nórdico y asegura que su misión en la vida es cazar gigantes. «Soy una matagigantes» («I Kill Giants»), el cómic escrito por Joe Kelly y dibujado por Ken Niimura, va mucho más allá de su premisa aparentemente fantástica. Esta obra, podría ser considerada casi como un clásico del cómic contemporáneo. No es solo por ser la historia de una niña enfrentándose a monstruos colosales sino además por relatar una exploración profundamente humana sobre el dolor, la pérdida y la lucha para encontrar un sentido en medio de una realidad que puede ser mucho más aterradora que cualquier gigante.

Esta historia es mucho más que un simple relato de una niña enfrentándose a monstruos: es un homenaje a la valentía que se necesita para encarar las realidades más crudas de la vida. Barbara Thorson, nuestra peculiar heroína, no es una niña cualquiera. Armada con una actitud desafiante, un humor mordaz y una bolsa llena de secretos, Barbara es un personaje que desafía las convenciones tradicionales: vive inmersa en un mundo donde los gigantes existen, y ella es la única que puede detenerlos. Su arma, el martillo legendario Coveleski, es más que un simple objeto de defensa: representa su fortaleza y la determinación de enfrentar lo que otros no pueden. Pero ¿qué significan estos gigantes para Barbara? ¿Son reales? ¿o son más bien una proyección de sus miedos y traumas?

Desde el principio, se nos presenta a Barbara como alguien fuera de lo común. Es una outsider, alguien que no encaja en la estructura tradicional de su entorno escolar ni familiar. Su fascinación por los juegos de rol y la mitología, así como su inclinación a evadir el contacto emocional con los demás, la convierten en un personaje que podría resultar difícil de entender, pero con el que es imposible no empatizar. Su inteligencia y creatividad destacan, pero también sirven como un muro para protegerse de una realidad que la abruma. La afición de Barbara por los juegos de rol es un reflejo importante de su mundo interno. Estos juegos no solo son una forma de entretenimiento para ella; representan un medio para estructurar su realidad y darle sentido a un caos emocional que parece incontrolable. Los términos y conceptos del rol se entrelazan con su percepción de los gigantes y su misión, dotando a su lucha de un marco épico que enmascara un dolor mucho más profundo. Esta conexión entre fantasía y realidad nos permite comprender cómo Barbara utiliza la imaginación para procesar sus emociones y enfrentar sus miedos más oscuros.

Los gigantes con los que Barbara afirma estar luchando son una presencia constante en su mente, pero también podrían interpretarse como una metáfora de los problemas que enfrenta en su vida. El lector se encuentra atrapado en esta dualidad, preguntándose si los monstruos son reales o si representan las luchas internas de Barbara. Esta niña es lo que llamaríamos una protagonista con actitud. Sarcástica, ingeniosa y con una lengua afilada que podría hacer que incluso Thor se sonrojara, esta niña convierte cada diálogo en una delicia. No le teme ni a los matones del colegio ni a los adultos que intentan «ayudarla». ¿Por qué iba a hacerlo? Tiene cosas más importantes que resolver, como salvar su mundo (una persona en concreto). Y ahí está la magia de la obra: nos arrastra al mundo de Barbara, un lugar donde la fantasía y la realidad chocan constantemente. En una escena puedes estar riendo por el ingenio de la protagonista y, en la siguiente, te sorprendes con un nudo en la garganta. Porque sí, «Soy una matagigantes» tiene momentos desgarradores que no ves venir, como un martillazo emocional directo al pecho.

La habilidad de Joe Kelly para jugar con la ambigüedad entre lo que es real y lo que no, es uno de los grandes aciertos en estas páginas ¿Son los gigantes que Barbara menciona criaturas reales, o son metáforas de los problemas que enfrenta? Esta pregunta acompaña al lector durante toda la obra y nunca se responde de forma explícita. Esta ambigüedad no es un truco narrativo vacío; es el corazón de la historia. A través de los ojos de Barbara, experimentamos cómo la imaginación puede ser tanto una herramienta de escapismo como un mecanismo de supervivencia. Para ella, los gigantes representan sus miedos más profundos, aquellos que no puede enfrentar directamente. Joe Kelly logra un equilibrio brillante al no inclinarse completamente hacia la fantasía ni hacia el realismo. Esto permite que la historia cambie de maneras distintas según quién la lea. Para algunos, será una aventura fantástica; para otros, una conmovedora exploración de la psique humana.

En el aspecto gráfico, el estilo artístico de Niimura es uno de los aspectos más memorables de Soy una matagigantes. Su trazo dinámico y expresivo captura perfectamente la intensidad emocional de la historia. Las páginas están llenas de energía, con composiciones que oscilan entre la simplicidad de las interacciones cotidianas y la grandiosidad de las batallas contra gigantes. Una de las mayores fortalezas de Niimura es su habilidad para transmitir emociones a través de las expresiones faciales y el lenguaje corporal. Barbara puede estar enfrentando a un gigante o simplemente hablando, pero cada escena está cargada de significado gracias a la manera en que Niimura dibuja a sus personajes. Por otro lado, el uso del blanco y negro también juega un papel crucial. En lugar de distraer con colores vibrantes, este autor utiliza el contraste para enfatizar los momentos más importantes de la historia. Esto permite que el lector se concentre en las emociones y los detalles, creando una experiencia de lectura más íntima.

Esta edición de Astiberri, con traducción de Santiago García, cuenta con extras como bocetos y una potente galería de ilustraciones que sirven de broche a esta obra premiada con un Eisner en 2010. Pero cuidado, no es un cuento de hadas con final color de rosa. Es una historia que duele tanto como reconforta, que te hará reír a carcajadas en una página y soltar alguna que otra lágrima en la siguiente. Si viste la adaptación cinematográfica de 2017, dirigida por Anders Walter, este cómic es una excelente manera de complementar la experiencia. Aunque, como siempre, el tebeo es otra liga. Estas 256 son más que un cómic; son una carta de amor a la imaginación y a la capacidad humana de enfrentarse a cualquier obstáculo. «Soy una matagigantes» nos recuerda que, aunque no llevemos martillos nórdicos en nuestra mochila, todos tenemos la fuerza para luchar contra nuestros propios gigantes. Así que, ponte tus orejas de conejo (sí, Barbara las lleva y son geniales), agarra tu martillo imaginario y prepárate para una aventura que te hará ver los gigantes de la vida con otros ojos.

«Somos más fuertes de lo que creemos«.

Deja un comentario