
En el corazón de las historias de horror modernas se encuentra un universo oscuro y fascinante que Jeff Lemire, Andrea Sorrentino y Dave Stewart han tejido con maestría: son los «Mitos del huerto de los huesos» (”The Bone Orchard Mythos”). La tercera entrega de esta saga, «El Bloque» (“Bone Orchard: Tenement”), no solo expande esta mitología, sino que la eleva a nuevas alturas, ofreciendo una experiencia aterradora, profundamente psicológica y visualmente perturbadora.
La premisa es tan sencilla como inquietante: siete vecinos (Bob, Justin, Gary, Tanya, Isaac, Amanda y Félix) se ven arrastrados de su anodina cotidianidad a una realidad incomprensible tras la misteriosa muerte de Félix. Lo que comienza como un drama vecinal se transforma rápidamente en una espiral de caos cuando los personajes son transportados a un reino oscuro e inquietante. Cada “piso” del edificio se convierte en una prueba mortal, una pesadilla que juega con la mente de los personajes y con las emociones del lector. Lo que hace que este cómic destaque es cómo aborda el terror. No se trata solo de los horrores externos —imágenes grotescas, criaturas monstruosas y un ambiente opresivo—, sino del abismo interno de cada personaje. A medida que la historia avanza, las traumáticas historias de vida de los protagonistas salen a la luz: abuso infantil, bullying, adicciones y relaciones tóxicas. Estos elementos no solo profundizan en la psique de los personajes, sino que refuerzan la sensación de que el verdadero horror no siempre es externo, sino interno. Sin embargo, Lemire y Sorrentino no se conforman con una trama convencional de horror. En su lugar, nos presentan a esos siete vecinos, cada uno con sus propios demonios internos, que se ven arrastrados hacia un viaje de pesadilla. ¿Qué les une realmente? ¿Son víctimas del azar, o el bloque ha jugado un papel activo en reunirlos? Estas preguntas se despliegan a lo largo de la historia, dejando al lector con una inquietante sensación de que el horror no solo proviene de la nada absoluta que acecha tras la puerta, sino de los secretos y traumas personales que cada uno lleva consigo.

Uno de los puntos fuertes de este tebeo es la construcción de sus personajes. Cada uno de los siete vecinos tiene una voz única y una historia tras de sí, que los hace profundamente humanos, incluso cuando se enfrentan a lo sobrenatural. Lemire, con su maestría característica, explora temas como la culpa, el aislamiento y la desesperación, utilizando a estos personajes como vehículos para reflejar las formas en que el horror puede infiltrarse en nuestras vidas cotidianas. El lector es testigo de cómo sus vidas, aparentemente dispares, se entrelazan de maneras inesperadas, sugiriendo que tal vez el bloque no sea solo un lugar, sino una entidad con voluntad propia. Este enfoque añade una dimensión metafísica al relato, invitando a la reflexión sobre cómo los espacios físicos pueden retener ecos de las emociones y acciones humanas.
Visualmente ésta es una obra de lo más escalofriante. Andrea Sorrentino, cuyo estilo único combina composición experimental y detalles escalofriantes, lleva al lector por un laberinto de imágenes que parecen vivas. Las páginas están diseñadas con una precisión casi quirúrgica, utilizando viñetas fragmentadas y perspectivas distorsionadas para reflejar el estado mental de los personajes. Su estilo no solo crea una atmósfera que hiela la sangre, sino que también logra capturar lo extraño y lo inhumano en cada página. Desde los enjambres de moscas que simbolizan la corrupción hasta los paisajes retorcidos de los “pisos” del bloque, cada hoja es un festín visual que deja al lector entre la fascinación y el terror. Lo más impresionante es cómo Sorrentino juega con el estilo. En los primeros números, su arte realista y detallado sumerge al lector en una realidad apenas familiar. Pero a medida que la historia avanza, experimenta con influencias de grabados clásicos e incluso con referencias a pinturas renacentistas. Esto no solo enriquece el apartado gráfico, sino que refuerza los temas religiosos y míticos que impregnan la historia. Dave Stewart, por su parte, eleva el resultado con su magistral uso del color. Los tonos monocromáticos dominan las escenas más terroríficas, especialmente los rojos profundos que evocan peligro, sangre y la omnipresente presencia de Us’uuul, el «dios de la nada«.

Otra de las mayores fortalezas de este volumen es cómo la trama arroja luz sobre los misterios de los «Mitos del huerto de los huesos» sin despojarlos de su enigma. Con un enfoque hacia lo religioso, se nos revela que “El huerto” conecta con uno de los elementos bíblicos más potentes de la religión judeo-cristiana. La decisión de Lemire de incorporarlo añade una dimensión inesperada y fascinante al tebeo, siendo estas referencias a personajes del «Antiguo Testamento«, un refuerzo para el simbolismo de los siete dioses.
La edición en castellano de Astiberri, traducida por Santiago García, con sus 328 páginas, no solo conserva la esencia del original editado por Image Comics, sino que además incluyen las portadas alternativas de artistas como Christian Ward, Martin Simmonds, Andrea Sorrentino y Tradd Moore. El desenlace, lejos de ofrecer respuestas claras, deja una sensación de ambigüedad que persiste mucho después de cerrar el libro. También el buen sabor de boca y la curidosidad que despierta tras su lectura: ¿Qué es «El bloque«? ¿Es un lugar físico o una metáfora del estado mental de sus habitantes? ¿Es posible escapar de la oscuridad, o siempre llevamos una parte de ella con nosotros? Estas preguntas sin respuesta son el núcleo del verdadero terror que define esta obra y el motor que la hace tan personal.
