Si hay un equipo en el universo Marvel que combina el caos absoluto con un sentido del humor irresistible, es sin duda Excalibur. Una serie de culto de la que ahora vuelve a estar disponible el material que comprende el integral que hoy abordamos: los números 31-41 de la serie principal, los especiales Excalibur: Weird War III, Excalibur: The Possession y Excalibur: Air Apparent, además de cruces inesperados con The Sensational She-Hulk y X-Men: True Friends. Un material firmado por autores como Scott Lobdell, Chris Claremont, Michael Higgins, Sue Flaxman, Simon Furman, Dana Moreshead, David Ross, Ron Wagner, Tom Morgan, Bryan Hitch, Gavin Curtis, Brian Stelfreeze, Ron Lim, Jackson Guice o Rick Leonardi, entre otros, arrojan un resultado irregular, pero de calado por lo entrañable que emana de esta cabecera.

El equipo formado por Capitán Britania, Meggan, Rondador Nocturno, Kitty Pryde (Gata Sombra), Rachel Summers (Fenix) y Lockheed era la base de una serie donde lo disparatado siempre fue un ingrediente principal. Excalibur siempre fue una especie de oveja negra dentro del universo mutante. Mientras la Patrulla X se enfrentaba a dilemas éticos y dramas interpersonales, Excalibur se lanzaba de cabeza a historias donde la comedia y el absurdo convivía con la aventura, lo sobrenatural y lo emotivo. El final de los ochenta fue su época dorada de Excalibur, cuando Alan Davis y Chris Claremont unieron fuerzas para crear un cóctel de aventuras disparatadas, humor inteligente y personajes memorables. Pero, como todas las cosas buenas, llegó a su fin. En este tomo, el agotamiento de ideas es palpable. Claremont, quien aquí aún firma un puñado de números antes de su despedida definitiva, ya no es el visionario de antaño, y su salida deja un vacío que los guionistas que le suceden no logran llenar. Scott Lobdell, quien hereda la batuta, era un nombre emergente en Marvel por aquel entonces. Aunque su trayectoria con los mutantes lo convertiría en una figura habitual, su paso por Excalibur no está entre sus trabajos más recordados. En este volumen, se percibe que la serie busca su rumbo, intentando mantener el equilibrio entre el humor absurdo que la caracterizó y el tono dramático de la época que empezaba a saturar el panorama mutante.
El arco que da título al volumen, Colegialas del diablo, ofrece una de las historias más curiosas de la colección. Kitty Pryde se infiltra en un internado donde lo sobrenatural y lo adolescente se mezclan con resultados tan bizarros como entretenidos. Este arco, dibujado por Ron Wagner, mantiene un nivel aceptable para lo que significaba esta cabecera, pero no llega nunca al nivel de sus predecesores.

Por otro lado, una de las historias más interesante de este tomo es «Excalibur: La Tercera Guerra Extraña» («Excalibur: Weird War III«), donde el equipo es transportado a una realidad alternativa en la que la Segunda Guerra Mundial nunca terminó. Con un Charles Xavier nazi y un Cráneo Rojo que ha cambiado de bando, es un homenaje loco y encantador a los cómics pulp. El diseño visual de los escenarios, lleno de detalles bizarros y exagerados, se complementa con un ritmo narrativo que no da tregua y saca carcajadas en cada página.
En esta etapa, la relación entre los miembros del equipo también evoluciona: la dinámica entre Kitty y Rachel gana profundidad, explorando su amistad y los retos que enfrentan como héroes que cargan con pesadas historias personales. Rachel, en particular, sigue lidiando con las consecuencias de su conexión con la «Fuerza Fénix», tema recurrente que encuentra nuevos matices en estas aventuras. Aunque el planteamiento del one-shot era interesante, el cliché de «¿y si Hitler ganara?» ya estaba algo desgastado ya entonces. Lo más destacado aquí es ver a Charles Xavier en un papel que nunca esperamos: un colaboracionista en este régimen distópico. Fue una decisión argumental que probablemente generó más de una ceja levantada entre los lectores de la época.

Tambien cabe mencionar el número de The Sensational She-Hulk #26 aquí incluido, creado por Simon Furman y dibujo de Bryan Hitch con Glynis Oliver. En estas páginas, Jennifer Walters se cruza con Excalibur en una historia que imposibilita cualquier intento de tomársela en serio. Con su típica ruptura de la cuarta pared, Hulka no solo se burla de los tópicos de los cómics de superhéroes, sino que también pone en evidencia la absurda dinámica del equipo de Excalibur. Este crossover es un soplo de aire fresco y un recordatorio de que los cómics pueden (y deben) divertirse consigo mismos. La química entre Hulka y Kitty es particularmente divertida, con ambos personajes intercambiando comentarios sarcásticos mientras enfrentan amenazas ridículas. Esta historia subraya la flexibilidad del equipo de Excalibur para adaptarse a cualquier tipo de situación, sin importar cuán absurda sea.
Por otro lado, en «X-Men: True Friends 1-3» es una aventura que mezcla viajes en el tiempo, momentos romáticos y acción. En ella Kitty Pryde, Lobezno y Rachel Summers se encuentran en la bella Escocia. Este mini crossover destaca por el encuentro con un villano clásico de la Patrulla X. Es una historia que cronológicamente se situaría a continuación del #11 de Excalibur. Una miniserie en tres partes que une el característico estilo de Chris Claremont con los trazos dinámicos de Rick Leonardi y el entintado elegante de Al Williamson. Las protagonistas femeninas no son solo personajes reactivos, sino que asumen los papeles principales con rotundidad. Tanto Kitty como Rachel representan el ideal de heroínas independientes que toman el control de su destino, característica distintiva del trabajo de Claremont en los X-Men.

Junto a esas historias más destacadas, encontramos otras más ligeras y, a veces, más absurdas: desde enfrentarse a basura viviente o encontrase al doctor Muerte; Incluso la llegada de un juicio para Lockheed, el entrañable dragón de Kitty. Con todos estos hilos se tejió un humor que quería emular al que fue esencial al Excalibur de sus inicios, pero en está época la fórmula comenzó a flaquear. Como bien señala el dicho, «es más difícil hacer reír que llorar«, y mantener con humor una serie de superhéroes durante años es una tarea hercúlea. Quizá la excepción fue el concepto de la Liga de la Justicia de DC. No siendo así con Excalibur, que en esta etapa, casi llena de inercia, algunos momentos todavía arrancan sonrisas, aunque «el chiste» fuera manido de tanto uso y abuso.
Con todo y con eso, Excalibur merece ser recordada como la pieza más libre de aquella franquicia mutante que comenzaba a extenderse de forma notable en aquel comienzo de la década de los noventa. Con sus luces y sus sombras, aquí está todo ese material, recuperado en este volumen por Panini Comics, con traducción de Uriel López y material adicional como el artículo que firma Raimon Fonseca contextualizando esta etapa de Excalibur, una galería de portadas y otros extras. En total 592 páginas que se deben abordar con expectativas moderadas. No es la mejor etapa de Excalibur, pero sí la que fue tras la marcha definitiva de Claremont (Alan Davis ya había abandonado la serie números atrás). Una que se dejó llevar por la inercia, ofreciendo algún momento memorables, personajes entrañables y una dosis de humor que, aunque irregular, lograba rescatar a «la espada» del tedio. En definitiva, este es un material destinado a los fans de la serie (y por extensión de los mutantes de Marvel) más «completistas«. En ese caso, el volumen cumple con creces su objetivo.
