
Hasta su firma artística era de las que no se olvidan. Estilizando su apellido, Coll, Josep Coll i Coll (Barcelona, 8 de febrero de 1924-13 de julio de 1984) dejó huella en las divertidas historietas que realizaba para, fundamentalmente, el TBO. Con su humor blanco, apoyado en los cánones del slapstick del cine mudo, brindó una serie de gags que son ya inmortales. Su trazo es indisoluble al tebeo español, y al TBO, cabecera donde más publicó. Un trazo que como el mismo decía, era “clar i net” (claro y limpio). Una suerte de “línea clara” autóctona que comparte muchos puntos en común con la de Hergé o Edgar P. Jacobs.

Con sus “monigotes”, así llamaba el propio Coll a los dibujos que hacía, revolucionó el medio a mediados del siglo XX español. De haberse tratado de otro país, Coll hubiera obtenido mayor reconocimiento, tanto artístico como económico, pero tratándose de España a partir de los sesenta tuvo que combinar su vocación de dibujante con el trabajo de albañil. Signo sin duda de una industria del cómic, la española de la época, en la que las editoriales no pagaban si reeditaban los trabajos del autor, pues los derechos de autor ni estaban ni se esperaban.

Quizá el reconocimiento en vida le llegara tarde. Aun con eso, fue el artista que más portadas del TBO realizó: 232 entre febrero de 1951 y abril de 1983. Su dominio del gag, del encuadre fijo, a modo de “teatro” y ese trazo que en los años cincuenta estiliza y lo hace tan personal como potente, lo convierte en uno de nuestros grandes del noveno arte. Con unas páginas que, por mucho que pase el tiempo, mantienen la fuerza conceptual con que fueron concebidas.
Es más, su capacidad de narrador gráfico es majestuosa, pudiéndose leer todo su material simplemente contemplando las viñetas. Tal era la magia que hacía Coll con sus “monigotes”. Siempre dibujados de forma limpia y clara. Tan atemporal como magistral.

Por todo esto, que Norma acabe de editar “Coll. Trayectoria de un artista insólito” es más que una buena noticia. Es, parafraseando a Álvaro Pons en unas declaraciones en redes sociales, “un acontecimiento”. Por la justicia poética que supone este volumen, cuidado con mimo y esmero por Luis Garbayo Erviti, que ha preparado una excelente retrospectiva cargada de reproducciones de calidad de originales, muchos de la propia familia Coll y otros de varios coleccionistas.

Una retrospectiva que está a la altura del autor que revisa su trayectoria. Con unos acertados textos de Garbayo, que contextualizan, analizan y explican, para que cualquiera que se acerque a este volumen pueda disfrutarlo al máximo. Es obvio que los más eruditos del noveno arte español valorarán esta edición, pero, tal y como está diseñada, cualquiera que se acerque a estas páginas, con independencia de su bagaje previo, van a disfrutar de páginas, gags e historietas de muchos quilates, del ingenio y trazo de Coll. Las 216 páginas que comprenden esta joya editada en cartoné es mucho más que un reconocimiento, “Coll. Trayectoria de un artista insólito” es también una puerta para que muchos descubran a un grande del tebeo español del siglo XX. A un maestro del cómic con su personal estilo claro y limpio… y magistral.
