
Ed Brubaker y Sean Phillips no solo han logrado un rincón único en el género noir contemporáneo, sino que prácticamente se han convertido en los reyes de la historieta criminal. Con Criminal, esta dupla no solo entrega historias de delincuentes y antihéroes, sino que también explora la fragilidad humana, los pecados del pasado y los dilemas morales que hacen de este género un pozo sin fondo para las buenas historias. En este integral tenemos varios capítulos de este universo oscuro, sarcástico y adictivo, y con un ingenio que solo el crimen bien contado puede ofrecernos. Este integral no se queda en una mera recopilación. Incluye el número 4 de la serie regular publicada por Image Comics, una joyita inédita hasta ahora en nuestro país. Vamos, un festín para los completistas y un regalo para quienes adoran perderse en los entresijos de la creación artística. Además de lo dicho antes, tenemos historias principales con cuatro relatos independientes y dos novelas gráficas entre las que tenemos: «Savage Sword of Criminal», «Deadly Hands of Criminal», «My Heroes Have Always Been Junkies», «Criminal: The Night callers», «Criminal: Bad Weekend y Criminal: Orfans«.
El cómic respira pulp en cada página, y Brubaker y Phillips no se esconden al rendir homenaje a las revistas de los años 70 como «La Espada Salvaje de Conan» («Savage Sword of Conan») o «The Deadly Hands of Kung Fu». En este caso, las historias iniciales del integral son un regalo para los entusiastas del pulp y del meta-homenaje. Las páginas en blanco y negro (o en este caso con un tono ocre, como si fuera un tebeo desgastado), con un trazo que evoca al gran John Buscema o a Gil Kane , alternan con la trama principal para darnos un golpe de nostalgia envuelto en un papel de lija. Pero no son solo un adorno: cada intercalado aporta capas a los personajes y a sus dilemas. La primera historia , «La Espada Salvaje de Criminal» , protagonizada por Teeg Lawless, nos lleva a una prisión tan brutal como los parajes bárbaros que habitaría un Conan representado como Zangar. Mientras tanto, el segundo relato se centra en Tracy Lawless, el hijo de Teeg, y nos presenta a un hombre lobo karateka como protagonista ficticio dentro de otra ficción. Este relato encapsula una infancia rota, marcada por un padre cuya vida delictiva devora cualquier atisbo de normalidad para su hijo. ¿El resultado? Un viaje emocional que combina acción, drama y una buena dosis de empatía por el pequeño Tracy, que ya apunta maneras para el futuro oscuro que le espera.

De patadas y golpes pasamos a la melancolía de «Mis héroes siempre han sido yonquis» («My Heroes Have Always Been Junkies«), un relato publicado fuera de la colección principal y que cuenta con la colaboración de Jacob Phillips, el hijo de Sean, encargado de la paleta de colores. Aquí se aborda la relación entre Ellie y un compañero en un centro de desintoxicación. Brubaker explora aquí temas profundamente personales, abordando la adicción desde una perspectiva que mezcla lirismo y fatalismo. Ellie, una protagonista marcada por un nihilismo casi romántico, lleva al lector por un viaje emocional que golpea sin piedad. Este especial es un ejemplo perfecto del talento de estos creadores para narrar historias complejas y humanas, dejando una impresión muy difícil de olvidar en solo 64 páginas cargadas de sensibilidad.
Pasamos a «Bad Weekend«, una de las historias más destacadas del integral, donde Brubaker y Phillips se sumergen en la metaficción con una mirada crítica y mordaz a la industria del cómic. El protagonista, Jacob, es el asistente del amargado Hal Crane, una leyenda de los cómics de la Edad de Plata, claramente inspirado en las grandes figuras del noveno arte. Este Crane es un personaje profundamente «criminal» en su espíritu: no es exactamente un delincuente, pero su carácter agrio, su rencor y su propensión a ahogar las penas en whiskey lo hacen encajar a la perfección. La historia no solo ofrece una mirada divertida y ácida al mundillo de los tebeos, sino que también carga con fuerza contra las grandes editoriales que explotan a los creadores. Las referencias a figuras míticas como Jack Kirby están por todas partes, y los lectores podemos disfrutar descifrando las pullas y homenajes que van dejando como miguitas de pan.

El volumen culmina con Huérfanos («Criminal: Orfans»), el mencionado número 4 de la serie regular. Ambientada en los años 90, esta historia sigue a Ricky, un joven que descubre que, por muy mal que estén las cosas, siempre pueden empeorar. Aunque no alcanza la profundidad de las otras historias del recopilatorio, ofrece acción y tensión a raudales, siendo una experiencia espectacular que se devora con gusto. Es más ligera en contenido, pero sirve como un cierre entretenido para el tomo. Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, esta obra que edita Panini Comics incluye una sección de extras que es son una auténtica delicia. Desde notas y artículos hasta storyboards, portadas alternativas e ilustraciones, con casi 70 páginas adicionales como testimonio del mimo que Brubaker y Phillips ponen en cada proyecto.

Así que, si todavía no te has sumergido en este universo oscuro, peligroso y apasionante, ¿a qué estás esperando? Este volumen no solo te dejará con ganas de más, sino que también te hará reflexionar sobre las sombras que todos llevamos dentro y los ecos de las ficciones que hemos amado. Al cerrar sus páginas, es difícil no sentirte como ese personaje delictivo mirando atrás con una mezcla de orgullo y melancolía. Porque Criminal no es solo un cómic: es un espejo que refleja lo peor y lo mejor de nosotros. Y eso, amigo lector, es una de las cosas más criminalmente hermosas que un libro puede ofrecerte.
