Saint-Elme 2. Una investigación arriesgada

«Saint-Elme« es una obra muy interesante, y la espera de un año y medio para que Astiberri publicara el segundo integral ha sido, sin duda, larga para los seguidores de esta historia. Sin embargo, la espera ha valido la pena. Esta edición incluye los tres últimos volúmenes de la serie (“Saint-Elme 3. Le Porteur de mauvaises nouvelles”,”Saint-Elme 4. L´oeil dans le dos” y ”Saint-Elme 5. Les Thermopyles”), originalmente publicados en el mercado franco-belga por Éditions Delcourt, llegan ahora de la mano de Astiberri, cerrando Serge Lehman y Frederik Peeters de manera magistral la saga.

Lo que hace a Saint-Elme tan especial es su capacidad para confundir y maravillar al mismo tiempo. El lector, al igual que los personajes, se encuentra perdido en un lugar donde lo extraño es norma. Entre la aparición de ranas, personajes inquietantes, y misterios que se desarrollan bajo la superficie de lo cotidiano, no sabemos con certeza si estamos ante una trama detectivesca envuelta en locura o si lo sobrenatural acecha de verdad. Y ese es precisamente el juego que Lehman y Peeters nos invitan a disfrutar: caminar por una delgada línea donde todo parece posible. Donde las respuestas nunca están del todo claras.

Uno de los mayores aciertos del tomo es la manera en que logra mantener el interés del lector a pesar de la gran cantidad de personajes y tramas secundarias. En lugar de perderse en su propio entramado, la historia se mantiene tensa y dinámica, gracias a la construcción de personajes que Lehman maneja con maestría. Todos ellos, aunque a veces puedan parecer irrelevantes, tienen un propósito claro dentro de la trama, ya sea para avanzar la trama o para añadir profundidad al desarrollo de los protagonistas.

Por eso el guionista juega a la perfección con los múltiples niveles de misterio en esta serie, revelando la verdad de manera sutil y dejando siempre lugar para que el lector interprete por sí mismo lo que está ocurriendo. Este enfoque tiene el riesgo de perder a algunos lectores en su complejidad, pero aquí funciona maravillosamente. Al final de la historia, nos encontramos con una sensación de cierre bien construido, aunque no todo quede explícitamente explicado. Esos detalles hacen que sean unos tebeos muy bien construidos. No es una serie complaciente que ofrezca todas las respuestas de manera sencilla, sino que invita a la reflexión, a conectar los puntos y a saborear el proceso.

En el aspecto gráfico, el trabajo de Frederik Peeters en este integral es, sencillamente, excepcional. Si en el primer tomo su uso del color ya destacaba, en esta segunda parte lleva su maestría a otro nivel. Peeters no solo utiliza el color para definir el tono de la historia, sino que juega con las paletas cromáticas para añadir muchas capas a todas las escenas. En particular, las viñetas subterráneas con uno de los protagonistas, se ven impregnadas de un verde oscuro, casi tóxico, lo que refuerza la sensación de claustrofobia y confusión que experimenta el personaje. El estilo de dibujo de Peeters también contribuye a la atmósfera inquietante del pueblo de Saint-Elme. Su trazo es a la vez preciso y suelto, con un enfoque casi documental que capta la cotidianeidad de los personajes, mientras que las escenas más surrealistas o fantásticas se plasman con una intensidad visual que las hace destacar aún más. Peeters tiene la habilidad de convertir lo ordinario en algo profundamente perturbador, y esto se refleja en cada página de este integral.

Una de las mayores virtudes de este volumen es su capacidad para cerrar de manera satisfactoria una trama que, por momentos, parece enredarse en su propia complejidad. Lehman y Peeters no optan por soluciones fáciles ni explicaciones forzadas. En lugar de eso, como ya hemos comentado, confían en la inteligencia del lector para unir las piezas del rompecabezas. No todo se explica de manera explícita, y algunas preguntas quedan abiertas, pero esto forma parte del encanto de la serie. La satisfacción viene no solo del desenlace de la trama, sino también del viaje que se ha realizado hasta llegar allí. En este sentido, es una obra es un cómic que exige ser releído, repensado, y, sobre todo, disfrutado con la misma inquietud con la que se descubre una realidad que parece siempre a punto de desmoronarse. El lector, al igual que los personajes de la obra, nunca puede estar completamente seguro de dónde se encuentra, o si alguna vez podrá salir de allí. Y quizá, esa sea la verdadera magia de este tebeo que incluso cuando todo parece haber acabado, Saint-Elme sigue llamándonos, como un enigma sin resolver, una última pista que aún no hemos sido capaces de descifrar.

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