Por culpa de una flor. Hoy tengo el mismo problema de ayer

Por Culpa de una flor”, María Medem despliega una narrativa visual en la que la imagen se vuelve poesía. Esta obra se puede inscribir en una tradición contemporánea de cómic que explora los límites de lo que puede ser contado a través del lenguaje gráfico, privilegiando el silencio, el minimalismo y la conexión íntima con lo natural. Medem, con su particular estilo, invita al lector a sumergirse en una historia que no sigue las reglas convencionales del relato, sino que flota entre lo tangible y lo etéreo, en un espacio donde las emociones y la naturaleza dialogan en silencio.

El título “Por Culpa de una flor” parece, en primera instancia, una frase sencilla, casi poética en su construcción. Sin embargo, esta aparente simplicidad esconde capas de significado que se despliegan lentamente conforme avanzamos en la lectura. La obra no sigue una estructura narrativa tradicional. No hay un arco argumental definido ni una trama de eventos que escalen en intensidad hasta un clímax. En su lugar, la historia es una exploración contemplativa que se articula a través de pequeñas viñetas cotidianas. El lector es invitado a observar a sus personajes en momentos de reflexión, soledad y conexión con la naturaleza.

Por eso describir la trama de esta obra es una tarea compleja. Superficialmente, podríamos decir que gira en torno a Antonia, una joven que habita en una zona rural despoblada. Encuentra en una flor una razón para avanzar, algo que la motiva a mantenerla viva a toda costa. Sin embargo, reducir la obra a esta sinopsis sería injusto, porque, aunque el punto de partida es este, la obra no se trata únicamente de lo que sucede, sino de lo que experimentamos y sentimos junto a Antonia. La motivación de la protagonista, en su esencia, se convierte en una metáfora que abre las puertas a múltiples interpretaciones. Al igual que pasa con algunas obras literarias o cinematográficas que trascienden lo explícito, la historia que María Medem nos cuenta no se resuelve en una línea argumental convencional. Se mueve entre emociones y sensaciones, y es el lector quien debe establecer las conexiones y darle forma a lo que está ocurriendo.

Uno de los puntos clave que estructura este tebeo es el uso de símbolos recurrentes. El sol, los animales y la naturaleza son elementos constantes que actúan como guías visuales a lo largo de la obra. A su vez son reflejos del paso del tiempo, otro de los grandes temas que atraviesan este tebeo. El tiempo no es lineal ni cronológico. Se presenta como un flujo cíclico, marcado por los amaneceres y atardeceres que bañan la historia en tonos cálidos y suaves. Las horas del día se entremezclan con las emociones de la protagonista, creando una atmósfera de ensueño. La naturaleza juega un papel crucial, no solo como un telón de fondo bucólico, sino como una presencia activa. Los paisajes rurales vacíos, los espacios abiertos y los elementos naturales reflejan el estado emocional de Antonia. A medida que interactúa con su entorno, la naturaleza responde y transforma la forma en que la protagonista percibe el mundo. La flor, que da título a la obra, representa tanto la fragilidad como la persistencia de la vida, convirtiéndose en el eje en torno al cual gira toda la historia.

El aspecto gráfico es, sin duda, de lo más destacado de la obra. La autora utiliza el color de una manera que va más allá de lo decorativo; los tonos y degradados juegan un papel esencial en la creación de atmósferas y en la transmisión de emociones. A través de una paleta de colores cálidos y envolventes, Medem nos transporta a un mundo donde los límites entre lo real y lo onírico se desdibujan. Los continuos amaneceres y atardeceres que se suceden a lo largo de la obra son como respiraciones visuales, que dotan al relato de un ritmo pausado pero constante. Las escenas se desarrollan lentamente, permitiendo al lector detenerse en cada viñeta, apreciar cada forma, cada tono de color. Esta lentitud es clave para la experiencia inmersiva que propone Medem, ya que nos permite sentir el ambiente, oír el susurro del viento, percibir el crujido de las hojas bajo los pies de Antonia, e incluso imaginar el olor de la tierra y la vegetación. A lo largo del tebeo, la autora utiliza composiciones simétricas para crear un sentido de orden en medio del caos emocional de la protagonista. Las formas geométricas y las líneas rectas que aparecen en ciertas páginas no solo son agradables a la vista, sino que también actúan como una representación visual del intento de Antonia por encontrar equilibrio en su vida. A medida que la historia avanza, estos elementos geométricos se vuelven más pronunciados, sugiriendo que, a pesar de las dificultades, la protagonista está encontrando una forma de navegar por su entorno y sus emociones.

La edición publicada por Blackie Books y Apa Apa Cómics, es en sí misma una obra de arte. Este cuidado por los detalles en la presentación refleja la importancia que se le ha dado a la obra como un todo, desde la historia y el arte hasta el objeto físico que se puede sostener en las manos. Es una obra que apela a los sentidos, no solo a la vista, y que invita a ser apreciada no solo por su contenido, sino también por su forma. Al final, Por culpa de una flor no es una historia fácil de leer ni de comprender a nivel superficial, pero es una obra que recompensa a aquellos que están dispuestos a sumergirse en su mundo y dejarse llevar por sus imágenes y emociones.

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