
El tebeo Pendragón: La Espada Perdida (“Pendragon: L’épée perdue”), escrito por Jérôme Le Gris con dibujos de Benoît Dellac y Paolo Martinello, presenta una fascinante reinterpretación del mito artúrico, enraizada en la época posterior a la retirada de las legiones romanas de Britania, donde los antiguos dioses parecen haber abandonado a los hombres, y las «tierras de Alba» se encuentran en un estado de caos y guerra. Este enfoque histórico dota a la leyenda de Arturo de una nueva dimensión, al situarla en un contexto más realista, mientras mantiene el aire místico y épico que caracteriza al mito.
Desde el inicio de la historia, se deja claro que la magia y las viejas creencias están en declive. Los dioses celtas, que una vez protegieron estas tierras, parecen haber dado la espalda a los hombres. Esta sensación de abandono permea todo el cómic y refuerza la idea de que el caos en las tierras de Alba no es solo político o militar, sino también espiritual. Las guerras entre los Siete Reinos son feroces e incesantes, alimentadas por la ambición de poder y la falta de un líder unificador. En este sentido, Alba no es solo un reino en guerra, sino una tierra desolada, en busca de salvación.

En medio de este caos surge la figura de Merlín, el icónico mago que en esta versión de la leyenda se esfuerza por restaurar la paz en Alba. El mago es retratado como un personaje profundamente consciente de la fragilidad de su mundo. Su búsqueda no es solo la de un líder político, sino la de alguien que pueda restaurar el equilibrio entre lo humano y lo divino, entre las antiguas creencias y la emergente nueva religión cristiana. Le Gris logra transmitir la complejidad de un mundo en transición con este personaje. Merlín no es un simple mago que invoca poderes sobrenaturales; es un visionario, un estratega que comprende la necesidad de equilibrar las fuerzas en juego. En este sentido, se convierte en una figura trágica, consciente de que el regreso de los dioses o la restauración de la armonía no depende solo de la fuerza de las armas, sino de la capacidad de Arturo para asumir un rol mucho mayor del que él mismo desea. Este Merlín es, en muchos aspectos, un puente entre dos eras. Al igual que la propia tierra de Alba, se encuentra atrapado entre el pasado y el futuro. Su misión es encontrar a alguien capaz de unir los Siete Reinos, pero también de restaurar las antiguas creencias que se desvanecen frente a la expansión del cristianismo. En este punto se introduce un tema central en su narrativa: la lucha entre las viejas tradiciones paganas y la nueva fe. Este conflicto religioso, aunque sutil en este primer tomo, promete ser un tema recurrente en los siguientes volúmenes.
Arthur, el personaje principal de esta saga, es introducido de una manera distinta a la usual. No es el joven rey que busca el trono por derecho divino o por ambición personal. Al contrario, en esta versión de la leyenda, Arturo es un líder militar local que no tiene aspiraciones de convertirse en el Alto Rey de las Bajas Tierras. Su carácter es pragmático, incluso un tanto resignado, lo cual lo convierte en un protagonista inesperado, pero altamente efectivo. La figura de Arturo, según la visión de Le Gris, no es la de un monarca glorioso destinado a gobernar, sino la de un hombre atrapado en las expectativas de los demás. Sus hazañas en el campo de batalla han demostrado que es un líder natural, pero él mismo no busca la grandeza. Este enfoque humaniza al personaje y lo aleja del arquetipo heroico clásico, haciéndolo más accesible y complejo. La relación de Arturo con Elwen, la hija del difunto rey Leodan, también añade esas emociones tan buscadas en las relaciones personales. La perspectiva de casarse con ella y convertirse en rey por esta alianza política lo sitúa en una encrucijada: ¿deberá sacrificar su vida como simple guerrero para asumir un destino que no desea? Es en este punto donde la historia encuentra su núcleo dramático. La lucha de Arturo no es solo contra los enemigos externos, sino también contra sus propios miedos y dudas. ¿Será capaz de aceptar el destino que Merlín y los demás han trazado para él? ¿Podrá ser el líder que unifique a Alba y restaure la paz en una tierra fragmentada? Estos dilemas personales le otorgarán al personaje una profundidad que raramente se ve en las historias artúricas tradicionales.

Uno de los aspectos más destacados de este comic es la forma en que manejan los autores el equilibrio entre la historia y la mitología. El cómic se sitúa en el siglo V después de Cristo, en un período posterior a la retirada de las legiones romanas, cuando Britania estaba dividida en varios reinos en guerra. Este contexto histórico añade esa capa de realismo a la leyenda de Arturo, al presentarlo no como un rey divino, sino como un líder militar en un momento de gran agitación política y social. Sin embargo, a pesar de este enfoque más realista, la mitología sigue siendo una parte integral de la historia. Los dioses celtas, aunque ausentes, son una presencia constante en la trama. Merlín, como su último defensor, lucha no solo por la unidad política, sino también por mantener viva la conexión con lo divino. La introducción de Nimue, la sacerdotisa que percibe la llegada de un nuevo rey, añade otro elemento místico a la trama, reforzando la idea de que, aunque los dioses puedan estar en silencio, su influencia sigue moldeando el destino de los hombres.
En el aspecto gráfico, el arte de Benoît Dellac, junto Paolo Martinello, brilla en la representación de este mundo entre lo histórico y lo mitológico. Sus paisajes son salvajes y evocan una tierra aún gobernada por fuerzas naturales, mientras que sus personajes, especialmente Merlín y Nimue, parecen estar siempre en contacto con poderes que los trascienden. Las escenas de magia y rituales están impregnadas de una atmósfera de misterio que refuerza la dualidad entre lo humano y lo divino. Su arte captura de manera brillante la brutalidad de las batallas, la desesperación de un pueblo sin esperanza y la magnificencia perdida de un mundo que una vez estuvo en armonía con lo divino. Las escenas de combate son espectaculares y están coreografiadas con la fluidez maravillosa.

El primer tomo en castellano editado por Tengu Ediciones, con traducción de Gabriel Álvarez Martínez, sienta las bases para una saga épica que explora no solo el mito de Arturo, sino también la fragilidad de los tiempos en los que surge. Lo que destaca de estas 52 páginas es cómo se combina lo mejor del relato fantástico con una representación realista del caos y la incertidumbre que siguieron a la invasión romana. Nos encontramos en medio de un mundo salvaje, donde lo sobrenatural aún palpita bajo la superficie y donde las antiguas creencias y la naciente cristiandad compiten por el alma de un pueblo desgarrado. Y así en el primer tebeo de “Pendragón”, vislumbramos en Arturo la posibilidad de restaurar el equilibrio, pero también que esa tarea será titánica y peligrosa.
