
Este 2024 ha traído consigo el final de la última trilogía de Charles Burns: “Laberintos 3”, editada en castellano por Reservoir Books. Una obra cuyo recorrido provoca sensaciones intensas, por lo perturbador e inquietante de algunos de los pasajes mostrados. Bien hilados, entre la serie B y lo existencial. En apariencia formal, pero sembrados de elementos para que la historia se desvié de lo predecible, haciendo así de estos “Laberintos” un lugar creativo que vale la pena visitar.
La adolescencia como un laberinto donde los personajes se han de encontrar. En lo personal; también en lo afectivo e identitario. Es esa la encrucijada donde están Laurie y, especialmente, Brian. Tan enigmático como hermético, la forma de relacionarse del muchacho supone un dédalo en sí mismo, y a la vez el motor del relato. Un relato donde la ciencia ficción popular está presente, con sus anhelos cinematográficos, buscando un lenguaje propio, nacido del inconsciente y bañado de serie B. Como la película que está rodando.

Al otro lado de la cámara, está la musa: Laurie. Con el atractivo que despliega frente a Brian, pues la vemos en ocasiones desde sus ojos, con ese deseo que el joven e inquietante adolescente la contempla. Sin embargo, las cosas no siempre salen como se esperan o desean. Como en los caminos de múltiples encrucijadas. Como en un Laberinto. Como, en definitiva, en la vida.
Ese es el punto donde gana altura “Laberintos”, especialmente en su entrega final: salir de los caminos a priori esperables para llevar a otros terrenos a quien lo lea. Unos más fértiles, donde lo existencial cohabita con lo inquietante, con altas dosis oníricas. Junto a anhelos y deseos no correspondidos, con silencios tímidos y formas esquivas. Hábilmente Burns parte de un contexto cotidiano y familiar para llevar el relato a un plano más personal, lleno de poesía soterrada en sus páginas, con momentos perturbadores e inquietantes, provocando sensaciones intensas en su transitar.

De forma paulatina, los laberintos de Burns llegan a su cumbre particular en esta última y tercera entrega. Con viñetas y páginas que no dejan indiferente. Por lo depurado de su trazo. Por el manejo del ritmo y tempo narrativo. Porque, en definitiva, marida guion y dibujo de forma compacta, para que no se deje de leer el volumen hasta llegar a la última página.
Así quedan definitivamente edificados los Laberintos de Burns, en un tercer volumen editado este año en castellano por Reservoir Books. Editado, como los dos anteriores, en formato álbum en cartoné y con traducción de Carlos Mayor Ortega, “Laberintos 3” supone el broche de oro de la trilogía, donde todo concluye en una amalgama eficaz y existencial. Insana, incómoda y perturbadora en ocasiones. Hermético y clarificador a la vez. Certero a todas luces.
