
«Nocturnos«, de Laura Pérez, es un tebeo que nos invita a sumergirnos en los oscuros e insondables territorios de la noche, ese espacio de tiempo que, aunque hemos hecho nuestro a lo largo de la historia, sigue perteneciendo más a lo intangible que a lo concreto. Un mundo de sombras y reflejos que es invisible en su verdadera esencia, pero que al mismo tiempo está íntimamente ligado a nuestra experiencia humana. A través de las páginas del cómic, Laura Pérez explora distintos ecosistemas nocturnos, donde lo invisible cobra vida, donde la realidad se entrelaza con la fantasía. Allí los sueños, las emociones y los recuerdos toman el control. La noche se convierte en un escenario donde lo más íntimo y privado de cada personaje aflora, desdibujando las fronteras entre lo real y lo onírico.
La noche ha sido, desde siempre, un espacio para la introspección, para la soledad, para los sueños y las pesadillas. Es pues un terreno fértil para la exploración de lo oculto. Invisible, es un lugar donde lo que vemos es apenas una fracción de lo que realmente sucede. Sus personajes habitan estos espacios oscuros, donde las reglas del día no se aplican y donde los límites entre lo tangible y lo intangible se desvanecen. Por eso, el uso del color negro en el arte de este tebeo no es solo una cuestión estética; es una forma de sugerir lo oculto, lo que se esconde en las sombras, lo que nunca podemos ver completamente. En cada página vemos un juego de luces y sombras, entre lo que se revela y lo que permanece oculto.

Por eso los sueños juegan un papel fundamental. No son simplemente escapes de la realidad, sino que actúan como motores reveladores de verdades ocultas. Cada sueño en este cómic es una especie de clave, una puerta que se abre hacia una realidad paralela, donde las reglas del mundo diurno ya no se aplican. Estos sueños, fugaces y efímeros, contienen información inesperada, verdades universales que se desvanecen tan rápidamente como aparecen. Pérez utiliza el lenguaje gráfico del cómic para transmitir la naturaleza efímera de los sueños de manera magistral. Los trazos ligeros, las líneas difusas y el uso sutil del color crean una atmósfera de irrealidad que captura perfectamente la sensación de un sueño que se disuelve al despertar. En cada página, la artista juega con la idea de lo transitorio, de lo que solo puede ser capturado en la penumbra de la noche, antes de desaparecer con los primeros rayos del amanecer.
De fondo, la noche. No es solo un escenario, sino un personaje en sí mismo. La oscuridad, el silencio y la falta de luz se convierten en el contexto perfecto para la introspección y el ensueño. Es momento de difuminar las barreras entre lo real y lo imaginario. Es cuando los protagonistas se enfrentan a sus pensamientos más profundos, a sus miedos y sus deseos. La noche es a la vez un refugio y también un campo de confrontación, En ella la soledad se intensifica, pero también se redefine. En muchos sentidos, la noche en «Nocturnos» es el espacio en los protagonistas parece encontrar cierta paz, aunque sea momentánea, una pausa en el caos del día y la vida.

Los temas que emergen de esta exploración de la soledad y la noche no son ajenos a la literatura ni a la vida misma, pero lo que distingue a este tebeo es su capacidad para presentar estos temas de manera íntima y universal a la vez. Las reflexiones que surgen a lo largo del tebeo tocan cuestiones fundamentales sobre la naturaleza humana: ¿Qué significa estar verdaderamente solo? ¿Es la soledad algo que se puede evitar o es, en última instancia, una parte esencial de la experiencia humana? ¿Puede que los sueños sean esa puerta que tenemos miedo a cruzar por temer a no volver? La autora no ofrece respuestas definitivas a estas preguntas, pero sí invita al lector a buscarlas.
En el aspecto gráfico, los trazos de Laura Pérez son delicados y precisos, pero también esconden más de lo que revelan. Cada línea parece estar cargada de un significado oculto, de una verdad que solo se puede vislumbrar en la penumbra. Es una obra que invita al lector a mirar más allá de lo que está en la superficie, a buscar el significado en los espacios vacíos, en las sombras que se deslizan por las páginas. Como antes mencioné, el uso del color, especialmente el negro, es fundamental en esta obra. No es un negro absoluto, sino uno lleno de matices, de texturas y de profundidad. Es un negro que sugiere misterio, pero también belleza. Es una noche que, aunque oscura, está llena de luz.

«Nocturnos», editada por Astiberri, transciende en sus 190 páginas las barreras convencionales del cómic, invitándonos a explorar lo oculto y lo intangible de la noche. Con su inigualable dominio del negro, el tiempo y la atmósfera, Pérez nos sumerge en un mundo donde los límites entre lo real y lo onírico se difuminan, revelando emociones en sus formas más puras y vulnerables. Cada trazo y cada sombra en este tebeo nos hablan de lo secretos que alberga la oscuridad y de las verdades que emergen cuando el sol se oculta. Al final, «Nocturnos» es una hermosa y triste canción de amor a los misterios del sueño y de la noche. Una obra que nos invita a perderse en sus páginas, en sus sombras, en sus silencios…
