
“Ninguno de nosotros amó hasta que vosotros nos amasteis.
Ninguno aprendió hasta que vosotros nos enseñasteis.
Ninguno sonrió hasta que reísteis.
Ninguno creció hasta que nos alimentasteis.
Ninguno conoció la caridad hasta que vuestra luz nos guio…
Aceptad nuestra gratitud, obediencia y humilde sacrificio.
Que ofrecemos gustosos…
Como agradecimiento por nuestro mundo perfecto.”
Así comienza la nueva obra de Rick Remender (“Clase letal”, “Ciencia Oscura” o, entre otras, “Imposibles X-Force”), Max Fiumara y Dave McCaig. Un cómic que nos va a llevar a un mundo de fantasía donde todo es, en apariencia, idílico. Se podría decir que es incluso perfecto. Allí las especies conviven en armonía gracias a que los Dioses cuidan del mundo. Por ello, la devoción hacia ellos es notable y confiere que cada familia ceda a los dioses a su primogénito. Ellos serán “Los Sacrificadores” (“The Sacrificers”).

Es la mayor muestra de pleitesía que los seres de ese mundo hacen. También el título del cómic, que sintetiza de forma precisa lo que aguarda en sus páginas. Un mundo perfecto, como digo, donde todo parece ser explicado y creado por obra y gracia de los poderosos dioses, que son venerados hasta el extremo, llegando al punto máximo de que se acepta que ,cada año, algunos primogénitos sean elegidos para “irse con los dioses”.
De ese punto de partida nace esta serie donde Remender utiliza y cuestiona conceptos como la fe y la manipulación sirviéndose de lo fantástico, pero mostrando aspectos humanos. Tan humanos que consiguen que la metáfora expuesta sea totalmente nítida. Así la vanidad y la tiranía se alimentaran de la pleitesía y veneración. También el desengaño estará presente, junto a la decepción y el descreimiento. Todo servido con una utilización acertada de mitos culturales bien asimilados y expuestos en la ficción propuesta, haciendo que el corpus argumental de la obra sea sólido desde su primera página.

En lo gráfico, Max Fiumara desplega todo su encanto a través de un arte que potencia máximo lo descrito por Remender. En el justo equilibrio para revestir de un sentido de maravilla el mundo expuesto. También para perfilar lo siniestro que oculta el mismo. Y de esa mezcla nacen perfilados unos personajes principales que, a pesar de ser netamente fantásticos, el dibujo de Fiumara consigue que respiren, que transmitan emociones en cada primer plano y que seduzcan al lector, por muchas plumas o fuego que porten en su piel. Una humanización, sin duda, que eleva la riqueza del relato, donde el color de Dave McCaig tiene mucho y bueno que decir, por los matices que aporta, dando quizá una mayor profundidad emocional a lo que se cuenta. Y eso, en un relato sobre creencias y manipulación, es un factor esencial en el resultado final.

Así se han presentado “Los Sacrificadores” en el mercado de habla inglesa de la mano del sello de Remender, Giant Generator, e Image. Norma acaba de estrenar el primer arco argumental en España, en un TPB que contiene las seis primeras grapas con traducción de David Domínguez y una extensa galería con todas las portadas, principales y variantes, a cargo de Max Fiumara con Dave Mc Caig, Julián Totino Tedesco, Tula Lotay, Jenny Frison, Matteo Scalera con Moreno Dinisio, J.G. Jones, Nic Klein, J.H. Williams III, Mike Mignola con Dave Stewart, Eric Canete, Andrew Mclean, Roberto Ali, Cliff Chiang, James Harren, Dong Ho Kim, Alberto Pagliaro y Jeffrey Alan Love, junto a una buena representación de lápices, tintas y diseños de Fiumara.

“Es la hora de la cosecha”
“Los Sacrificadores” comienza, en consecuencia, con un volumen en el que no hace falta profesar ninguna profesión de fe para admirar su precisión. Solo leerlo y quedarse atrapado por esta precisa crónica del desencanto en la que la fe otorgada por los humildes es el sustento del poder y privilegio de los poderosos. El camino de un “sacrificador” que, sin duda, no dejará indiferente a quien lo lea. En resumidas cuentas, lo que espera en “Los sacrificadores” es buena fantasía; de la que, además de entretener, hace reflexionar. La que sirve, en definitiva, para explicar cuestiones humanas profundas mientras entretiene con oficio.
