«La Actriz y el Obispo»(“ The Actress and the Bishop”) es un tebeo creado por Brian Bolland, artista británico reconocido mundialmente por su habilidad excepcional en el dibujo y su personal estilo detallado y expresivo. Aquí nos encontramos con una serie de historias cortas que combinan humor, absurdo y un sentido único de lo cotidiano, presentando a dos personajes centrales: la Actriz y el Obispo. La trama es simple pero efectiva. Se centra en las vidas cotidianas de dos personajes bastante excéntricos: una actriz y un obispo, que viven juntos en una casa aparentemente normal. Las historias son a menudo cómicas y absurdas, presentando situaciones que van desde lo trivial hasta lo completamente surrealista. La narrativa juega con los roles y expectativas de los personajes, creando un contraste interesante entre la seriedad esperada del obispo y las actitudes más relajadas y mundanas de la actriz.

Bolland dota a la actriz con rasgos de mujer independiente, segura de sí misma y con un sentido del humor agudo. Su profesión la coloca en situaciones inusuales, que a menudo sirven como el punto de partida para las historias. Ella manifiesta en todo momento su pragmatismo, que toma la vida tal como viene, sin demasiados dramas, lo que contrasta con la personalidad más contenida y formal del clérigo. El obispo, por otro lado, es un personaje cuya seriedad y dedicación a su fe son a menudo fuente de comedia. A pesar de su título y lo que éste implica, es presentado como alguien vulnerable y humano, lo que permite a los lectores empatizar con él. Su relación con la actriz es de camaradería y respeto mutuo, a pesar de sus evidentes diferencias de personalidad y de vocación. Estos personajes representan así dos mundos diferentes, que coexisten y se complementan, utilizando Bolland esta dualidad para explorar temas como la religión, la moralidad y la vida cotidiana desde una perspectiva humorística y a menudo absurda.
Al desarrollar «La Actriz y el Obispo«, Bolland buscaba crear una serie que no pudiera clasificarse fácilmente en ningún género particular. Los personajes, una actriz y un obispo, parecen sacados de un chiste picante, pero este autor quería que los lectores los vieran de una manera benigna y no crítica, en contraste con el humor crudo de figuras de la cultura popular británica como, por ejemplo, Benny Hill.

Por otra parte, en el aspecto gráfico, lo primero que salta a la vista es la obsesión enfermiza por el detalle de Bolland. Este hombre tiene una paciencia de santo, porque cada línea, cada sombra, cada arruga en la ropa de los personajes está colocada con precisión quirúrgica. Sus dibujos tienen una claridad y nitidez que pocos pueden igualar. No es de esos artistas que dejan todo a la imaginación; Bolland te da todo en bandeja, y te lo da bien servido. Imagina a un personaje cualquiera de sus cómics. Ahora, fíjate en su cara: verás cada arruga, cada línea de expresión, incluso las pequeñas sombras que dan forma a los pómulos y a la barbilla. Este tipo no se conforma con caras genéricas; cada personaje tiene una personalidad que se refleja en su fisonomía, y eso es algo que no se ve todos los días.
Aunque ha trabajado con coloristas geniales, en su dominio del blanco y negro es donde realmente se luce Bolland . Es como si pudiera ver el mundo en escala de grises y convertirlo en algo mucho más interesante que la realidad. Su uso del contraste es magistral: sabe exactamente dónde poner las sombras para crear profundidad y drama. Cuando miras sus viñetas en blanco y negro, no echas de menos el color. De hecho, a veces parece que el color sería una distracción innecesaria. En sus manos, el blanco y negro tiene vida propia. Cada sombra tiene peso, cada línea tiene un propósito. Es como si Bolland entendiera la esencia misma de la luz y la oscuridad.

Bolland no solo es un gran dibujante, sino que también es un narrador visual de primera. Sabe cómo estructurar una página para que la historia fluya de manera natural. Sus composiciones son dinámicas y llenas de energía, y sabe exactamente dónde colocar cada viñeta para maximizar el impacto. Un buen ejemplo de esto es «La Actriz y el Obispo«. Aunque las historias son cortas, y a menudo absurdas, las presenta de una manera que te mantiene enganchado. Cada viñeta es una pequeña obra de arte, formando todas juntas una narrativa tan coherente como atractiva. Es un maestro en guiar la mirada del lector, en asegurarse de que cada detalle se vea y se aprecie.
El origen de esta historia se remonta a 1985, cuando Frederick Manzano encargó a Bolland la creación de seis láminas para su portafolio personal bajo el sello de Éditions Déesse, una pequeña editorial y tienda de cómics con sede en París. Entre estas láminas, dibujó a un obispo anciano, cuyo rostro era una descarada referencia al trabajo de Alberto Breccia, y a una actriz con el aire de una femme fatale. Este peculiar dúo sirvió como el germen de lo que se convertiría en «La Actriz y el Obispo«. Poco después, Bolland fue contactado por Garry Leach y Dave Elliot, quienes estaban preparando una nueva serie de antología de cómics llamada A1. Leach y Elliot le pidieron que dibujara y escribiera una historia de un par de páginas para incluir en el primer número y desde ese momento se inició la creación de esta obra.

Ahora tenemos en España la edición publicada por Diábolo Ediciones. Un libro encuadernado en cartoné con 100 páginas interiores en blanco y negro y en color más cubiertas que contiene la edición de The Actress and the Bishop publicado en USA por SHIFT Publishing. Además de todas las historietas de los personajes en blanco y negro, se incluye también la única de ellas que posteriormente apareció en color, así como las páginas abocetadas de otra, dos historias en prosa que no se llegaron a dibujar, ilustraciones y una entrevista realizada por John Freeman. Leyendo «La Actriz y el Obispo» se comprueba que sigue siendo relevante hoy en día, por su capacidad para capturar lo absurdo y lo cómico de la vida cotidiana. La obra nos recuerda que, a pesar de las diferencias de vocación o personalidad, es posible encontrar puntos en común y disfrutar de los pequeños disparates de la vida. Así Bolland nos invita a reírnos de nosotros mismos y de las situaciones que la vida nos presenta, algo que siempre es bienvenido en cualquier época.
