El Dios Salvaje: Rotunda y certera fábula

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Sin voz” es un simio albino joven, a punto de iniciarse como un mono adulto, con lo que ello conlleva en la manada. En su comunidad hay que probarse, y también hay reglas no escritas en la selva. “Comer o ser comido” es la más evidente, sin más connotaciones que la de la propia supervivencia. Más allá del ecosistema natural existe otra especie: la humana, capaz de infringir dolor al resto de animales (incluidos sus congéneres) por una cuestión de poder. Esto es lo que “Sin voz” va a encontrar en “El Dios Salvaje”, (“Le Dieu-Fauve”), de Fabien Vehlmann y Roger Ibáñez, recién estrenado en castellano y catalán por Norma.

Una fábula violenta sobre la relación del hombre con los animales. También con el resto de congéneres a los cuales somete. “El Dios Salvaje” no toma prisioneros en su desarrollo, donde hábilmente Fabien Vehlmann (“Green Manor”, “Paco. Manos Rojas” o “Super Groom”,) traza una estructura fortalecida por un reparto coral, revistiendolo así de mayor empaque. Así nos lleva por este relato de naturaleza salvaje frente a la cruel humanidad. De la esclavitud y sometimiento que lleva a cabo el poderoso con los débiles. De la barbarie de la peor calaña: la civilizada que amedrenta y domestica al más débil. La que hace de lo natural un arma letal. La que, de pura soberbia y engreimiento, puede crear su propia trampa mortal.

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En las “tierras prohibidas”, las de los seres humanos, son donde solo espera dolor y sufrimiento para los simios. Roger Ibáñez (“Jazz Maynard” o, entre otros,” ¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia mientras estaba en la guerra? “) se encarga de plasmarlas de forma espectacular. Tanto las pobladas por el hombre como las vírgenes, así como al resto de seres que la habitan. Brindando páginas de gran belleza, donde atrapa la poética de la fiereza animal en la lucha de la supervivencia. También la crueldad del ser humano. De forma oscura, por lo que cuenta, y luminosa, por el deleite que supone recorrer estas excelsas viñetas, que atrapan y desgarran a quien las lea.

Así la violencia confluye en un relato de cautiverios varios y de venganzas. Algunas soterradas, otras evidentes. De sometimiento y crueldad. De oscuridad sin apenas redención, como una huida hacia adelante donde los pasos dados son irreversibles. De fondo, el orden natural, pervertido por el orden social impuesto por la fuerza del poderoso. La acertadamente imprecisa localización del relato hace de éste universal: la tragedia del poder para quien lo sufre. Da igual que sea un tiempo primitivo y remoto: la barbarie y lo salvaje se encuentran en estas páginas de forma letalmente cruel. Queda pues el dolor… y la venganza.

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Mientras tanto, en la estructura coral del tebeo, dividido en capítulos, hace aún más potente los elementos reflexivos que lo componen. Hecho que maximiza el efecto que desencadena la trama argumental, donde los giros están colocados de forma precisa. . Un guion, domo decimos, que crece a cada pieza que se sirve, dejando al lector pegado a las páginas.

Quizá por toda la potencia que tiene esta obra, tanto grafica como conceptual, Norma la ha estrenado, tanto en castellano como en catalán, en dos versiones: la de color del propio Roger Ibáñez; y la edición de lujo en blanco y negro en mayor formato, para apreciar más y mejor sus colosales tintas. Ambas versiones no dejarán indiferente a quien se adentre en ellas. Con traducción de Eva Reyes de Uña, las 112 paginas que componen “El Dios Salvaje«, 128 en el caso de la edición de lujo (donde se incluye un amplio y rico dossier gráfico de Roger Ibáñez) son una precisa combinación de oscuridad y crueldad desplegada en viñetas rotundas. Una violenta fábula, intensa y rotunda. Un tebeo que no va a dejar a nadie indiferente y que dará mucho que hablar este año.

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