Torpedo 1972: Un hombre llamado Capullo. Los años pasan, la mala leche permanece

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El cambio de siglo trajo consigo el aparente final de una de las series más icónicas de nuestro cómic nacional. Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet disolvían su sociedad artística dejando en el dique seco a “Torpedo 1936”, la serie que más fronteras cruzó de nuestro tebeo nacional nacido en los ´80. La creación literaria de Abulí a la que Bernet la supo revestir de auténtica personalidad gráfica entraba en la categoría de clásicos, sin visos de continuidad.

Así estaban las cosas. Hasta 2015, año en el que Abulí retomó el personaje, pero con algún cambio sustancial que lo separara debidamente de la serie ambientada en los años ´30 que dibujó Bernet. Con Eduardo Risso a cargo del arte, nos devolvió a Luca Torelli y su eterno ayudante Rascal, pero ya ancianos y decrépitos. Así nacía “Torpedo 1972” con una nueva aventura: “A propósito del Mar Muerto”, de la mano de Panini. Cómic que recientemente ha cruzado el Atlántico publicándose para el mercado estadounidense con el sello de Ablaze.


“Eso ya me lo has dicho, hippy”

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Le quedaba y le queda cuerda al “hijo de puta” más grande y certero que ha dado el cómic español. Estará viejo y con más años. Con varios achaques. Pero sigue siendo igual o más cabrón que antaño. Así se corroboró en el segundo volumen de esta etapa geriátrica del gánster: “¡Con lo que eso duele!”, repitiendo el tándem Abulí – Risso, esta vez publicado por ECC, donde Torpedo parece haber encontrado acomodo, pues recientemente se editó el tercer volumen de la vejez de Luca Torelli: “Un hombre llamado Capullo”, donde Abulí tiene como socio gráfico a Leandro Fernández.

En él nos seguimos encontrando a estos tipos particulares que son Torpedo y Rascal. Dos ancianos cuya carrera “profesional” no les ha dejado muchos recursos para el final de sus vidas y no pueden pensar en jubilarse. Con ello, Luca Torelli sigue aceptando “encargos” como buen profesional que fue. A pesar de que el párkinson esté ahí, la mala leche sigue intacta. Y si hay «que enfriar al prójimo» o apropiarse de lo ajeno, se hace.

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Los tiempos han cambiado, pero el crimen permanece. La búsqueda de dinero fácil sigue siendo una constante y a Torpedo un conocido, llamado Capullo, le propone participar en un golpe. Se trata de asaltar el botín que se juegan cuatro viejos ricos al póquer. Acompañados de Rascal, el ayudante de Capullo y su novia se lanzan a realizar “el palo”. ¿Qué puede salir mal?

El lector aficionado a Torpedo posiblemente haya sonreído al leer la anterior pregunta, esperando que la respuesta contenga la dosis pertinente de violencia, serie negra, mala baba y muchos juegos de palabras propios del «amigo» Torelli, que tan sabiamente pone en su boca Abulí. Bingo: todo eso está aquí. Bien sazonado por una trama plagada de oficio, con unos diálogos que, como suele ser tradición en Abulí, son oro puro. La trama, dentro de los cánones esperables del matón anciano que es Torpedo, sigue manteniendo el contexto setentero en contraste con los dos gánsteres, que parecen sacados de otro tiempo. Hecho que proporciona más de un golpe de ingenio. Así como las interacciones propias, eternamente gloriosas, entre Rascal y su jefe.

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Todo regado con las abundantes dosis de violencia propia de la serie, donde Leandro Fernández («Punisher», “La vieja guardia” o, entre otros, “Matanza Americana”) recoge el testigo de Risso haciendo suyo al personaje y concepto, manteniendo a su vez los códigos estéticos del mismo, hecho especialmente apreciable en el acertado juego de masas de negro que siempre ha caracterizado a Torpedo. Un Torpedo anciano que respira es el que dibuja Fernández, que gesticula con naturalidad y se mueve con fluidez en todas las escenas que engloban el tebeo, donde Héctor Marper ha aplicado un color muy acertado, tanto por tono como por estilo. Escenas que, como siempre ocurre en un tebeo con guion de Abulí, no dejan indiferente.

Así se confirma la excelente forma del anciano gánster Torpedo en las 64 páginas editadas en cartoné por ECC, que vienen prologadas por Antoni Guiral y cuentan, como extras, con excelentes páginas de bocetos y estudios de personajes de Fernández (ejemplo máximo de como ha hecho suyo al viejo matón y su secuaz), junto a los lápices y tintas de algunas páginas del cómic, revelándose el dibujante argentino como el socio ideal para esta nueva andadura de Torpedo, capaz no solo de mantener la estela de Jordi Bernet y Eduardo Risso (Alex Toth apenas dejó huella en las dos primeras historias que se hizo con el personaje), sino de darle impronta personal dentro del estilo de la serie. Eso espera en “Un hombre llamado Capullo”, donde Abulí sigue manteniendo la acidez y contundencia de siempre en la tercera edad de su icónica creación. Los años pasan, sin duda. Pero la mala leche permanece. Bendita sea.

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