Vértigo en Groenlandia: Solvente amor a la Línea Clara

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¿Qué hacer ante una crisis artística? Una opción es devanarse los sesos en casa psicoanalizándose hasta el extremo y reflexionando sobre la creación y lo que la rodea (véase “Terapia de grupo”). Otra es emprender un viaje, pues solo caminando se vive. Y solo viviendo se puede contar. Eso es lo que hace el protagonista de esta historia: Georges Benoit-Jean, que ante la falta de ideas se embarca en un largo viaje oceánico hacia Groenlandia. Así comienza, “Vértigo en Groenlandia” (“Groenland Vertigo”) de Hervé Tanquerelle, editado en castellano por Sapristi.

¡No vamos a escribir ningún libro, sino a vivirlo!”


El viaje es el camino, eso lo tiene claro Georges. La expedición que su amigo, Jørn Freuchen, escritor de libros, ha conformado junto a los compañeros de viaje necesarios para que sea una aventura para no olvidar, destacando, entre un grupo de científicos, Ulrich Kloster, un reconocido artista alemán que pretende realizar su peculiar arte en el helado entrono al que se dirigen.

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Queda definido así este curioso grupo que puebla las páginas de este cómic donde Tanquerelle (“La banda de los postizos” o “El último Atlas”) declara un amor explícito e implícito hacia la Línea Clara, tanto en forma como en fondo. En forma porque hasta el diseño físico del tebeo nos remite en su estética a los cómics de la creación más célebre del padre de este estilo: Georges Prosper Remi, Hergé y su inmortal Tintín, cuyas aventuras se mantienen como un hito del noveno arte europeo del siglo XX.

Hergé fue el pionero en un estilo gráfico en el que destacan por méritos propios Edgar P. Jacobs (“Blake y Mortimer”), Jacques Martin (“Alix”, “Lefranc”, “Lois” o “Jehn”) o Bob de Moor (“Barelli” o “Cori el Grumete”). Estilo tan fresco como clásico, y que entre los ´70 y ´80 tuvo nuevos bríos con talentos como los de Ted Benoit, Daniel Torres, Joost Swarte, Ever Meulen o Yves Chaland. Todos ellos mantuvieron esas pautas estéticas, ese estilo nítido que sigue apuntando destacados nombres bajo su paraguas, como Philippe Wurm (“Edgar P. Jacobs: El soñador del apocalipsis”) o, entre otros, el propio Tanquerelle, con esta obra en especial.

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Las páginas que nos esperan aquí, coloreadas por Isabelle Merlet, son un gozoso amor a este estilo. En el trazo, tono y forma saben a línea clara. Lo argumental llena el sentido pleno de la aventura que remite de forma pretendida a Tintín. Incluso hay referencias a Hergé. También a Ted Benoit. Puro e incondicional amor a una escuela y estilo es lo que hay en este tebeo. Huyendo del pastiche y aprovechando todos los recursos de la Línea Clara, Tanquerelle a la vez aporta su sello estético, haciendo de “Vértigo en Groenlandia” una delicia que justifica su existencia por sí misma.

Publicado por Casterman en el mercado franco belga, ha sido Sapristi quien ha hecho que esta obra cruce los Pirineos en una gozosa edición en formato de álbum europeo, como no podía ser de otra manera. El volumen, con traducción de Carlos Mayor, es una sucesión de aventuras sin respiro, ideal para los amantes de la Línea Clara. Entre la comedia y la aventura, este “Vértigo en Groenlandia” produce grandes satisfacciones.

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