Santiago Valenzuela: «El micromundo existe en un sótano de una calle del centro de Madrid»

Hay héroes que trascienden el papel para convertirse en iconos de la cultura popular. Uno de esos personajes es el Capitán Torrezno, cuyas aventuras estamos reviviendo con las reediciones de Astiberri. Detrás de este legendario héroe se encuentra Santiago Valenzuela, un talentoso guionista y dibujante que ha dado vida a las épicas hazañas de Torrezno a través de sus vibrantes cómics. Sus tebeos nos han gustado y nos dejan tan buen sabor de boca que teníamos muchas ganas de entrevistar a su creador. Charlamos con Santiago sobre “Las Aventuras del Capitán Torrezno” y descubriremos los secretos detrás de la creación de este emblemático personaje, exploraremos las inspiraciones que han dado forma a sus aventuras y conoceremos los desafíos de trabajar en el emocionante mundo de los cómics.

La primera pregunta es inevitable: ¿Qué inspiró la creación del proyecto de “Las Aventuras del Capitán Torrezno”?

Puede decirse que tuvo una génesis doble. Por un lado, yo tenía a este personaje que protagonizaba, junto con otros torrijas y despojos de la noche madrileña y arrabalera, una serie de historias cortas, de género humorístico, o más bien esperpéntico, de humor negro con ribetes surreal-costumbristas, que publicaba en un fanzine que monté con unos compañeros de Bellas Artes, llamado Jarabe. Y, por otro lado, tenía el afán o la nostalgia de hacer unos tebeos que se parecieran a los que había leído de pequeño, a la edad en que todo lector de cómics se forma, es decir, historias largas, complejas, con un cierto aliento épico, algo que se saliera del estrecho marco en el que se movían estas cosas fanzineras, en parte por gusto (me hacía gracia ese humor y a ratos me la sigue haciendo) y en parte por adaptación o sumisión al ambiente, al underground de aquellos años. Pero claro, tampoco me parecía que tuviera sentido ignorar el momento y el lugar en que vivía y ponerme a dibujar, pongamos, Flash Gordon (aunque hubiera tenido el nivel gráfico, que por supuesto no lo tenía ni lo tengo). Quiero decir que, viniendo del underground, de la contestación, digamos, o al menos de un (supuesto) cuestionamiento de las reglas, parecía fuera de lugar ponerse sin más a construir un mundo fantástico cualquiera y situar en él las nuevas historias que quería contar, como un pequeño dios que establece las reglas a su gusto y se concede todas las libertades. Supongo que en parte eso me parecería un poco banal o trivial, poco serio, poco artístico, literatura de evasión, en suma, hoy ya no pienso así, pero entonces era joven y tenía muchas tonterías en la cabeza, como todos los jóvenes y adolescentes temía por encima de todo a lo infantil. Así que un buen día se me ocurrió la solución: mezclar las dos cosas. Llevar a este personaje concreto, el Capitán, a un mundo que es, a su vez, tan real como irreal, tan realista como fantástico, porque, aunque responde al modelo del típico mundo primitivo y aventurero a donde va a parar el héroe con pocas ganas de serlo, por otro lado, no deja de ser también un rincón de la realidad, una especie de excrecencia absurda de ésta. Es un micromundo, poblado por liliputienses que adoran un D.N.I. antiguo que se dejó allí olvidado su creador, que por su parte es un viejo funcionario de la España tardofranquista que ha jugado a ser dios y señor de un orbe medio ridículo y medio sublime. Es decir, que ha hecho por mí lo que a mí me daba reparo o vergüenza hacer en persona, añadiéndole de paso una vertiente metaliteraria a la historia.

Desde el principio Las aventuras del Capitán Torrezno se caracterizan por presentar un exuberante collage de referencias varias, tanto de las distintas artes narrativas como de la moda, la arquitectura y el imaginario popular. ¿Qué buscabas transmitir con semejante mezcolanza?

Esa mezcolanza ya digo que vino un poco dada, fue fruto de una ocurrencia, una casualidad, como casi todo en la vida. Y si la idea me pareció buena será porque debió de satisfacer lo que se llama la “voluntad de originalidad”, que es una de las formas de la vanidad en los autores. Me pareció que, con la mencionada ocurrencia, con esa mezcla en principio imposible de elementos, de géneros y hasta de estilos, había encontrado por fin la excusa, la bula, el permiso para ponerme a hacer lo que realmente quería hacer desde el principio, que era narrar, inventar, a lo loco, con fruición, sin medida. Y por ahora la excusa me sigue sirviendo, parece. La mezcla de lo popular con lo culto, de lo pop con lo pedante, de lo actual con lo histórico, todo viene de esa condición híbrida: un mundo fantástico que es a la vez realista. O al revés.

Por otro lado ¿Cómo describirías el mundo en el que vive «El Capitán Torrezno”?

El mundo en el que aterriza el capitán, como ya apuntaba, es un micro mundo, un mundo en miniatura que ha creado un viejo funcionario llamado José Hilario Viñeiredo, con la ayuda eso sí de un extraño personaje, una especie de clochard misterioso, hirsuto y ubicuo, tal vez omnisciente, al que los demás parroquianos del bar Denver llaman Dios. Este mundo empezó, igual que el nuestro (o eso decían hasta hace poco) con una primera pareja, y tras una infancia más o menos feliz y libre de culpa, vivida a la sombra y amparo de su creador, llega fatalmente el conflicto, la adolescencia, las ansias de independencia y, sobre todo, el ansia controladora de su progenitor, momento en el cual se produce la Caída, y da comienzo la Historia universal. Una Historia que ya evoluciona oculta a los ojos de Dios (que ha regresado, harto y despechado, al mundo real, a sus tediosas ocupaciones burocráticas en el ministerio) y que sigue a grandes rasgos los pasos de la nuestra, también, a un ritmo distinto y con muchas variaciones, pero fiel en general a las pulsiones humanas básicas: el ansia de dominación, la pereza, la credulidad, el fanatismo, el afán de putear al prójimo…

¿Qué aspectos de tu propia vida o experiencias personales has incorporado en la historia de «El Capitán Torrezno»? Me surge la duda de donde se te ocurrió José Hilario y si es alguien conocido por ti.

La conexión personal más clara con la historia está en su localización. El micromundo existe en un sótano de una calle del centro de Madrid, la calle Valverde, cercana a la Gran Vía, concretamente en el número 33, y allí tuve yo durante bastantes años, desde que acabé Bellas Artes, un estudio con un grupo de amigos, y allí precisamente empecé o acabé de encarrilar el primer tomo de la historia, y los que lo siguieron inmediatamente. Y luego está el tema de José Hilario, que comentas, que sí, es alguien a quien conozco bastante porque es un trasunto o sosias de mi padre, que en este orbe ficticio o paralelo no ha procreado, que se sepa, no me trae a mí al mundo (más bien me trae un mundo a mí, que soy su portavoz o profeta) pero a cambio crea algo mucho más complejo y entretenido, y en suma tiene una descendencia mucho más numerosa y variopinta. Aunque al final podría decirse que también le salió rana, y sólo le trajo disgustos.

Santiago ¿cuál es el mensaje principal que intentas transmitir a través de tus cómics?

Pues me temo que ninguno. No creo que nadie dibuje tebeos, escriba libros, ruede películas o grabe discos con el ánimo de propagar ningún mensaje o buena nueva.

En el aspecto gráfico, ¿cuál es el proceso que sigues al desarrollar una nueva historia o viñeta para «El Capitán Torrezno”?

Es un proceso bastante lento y bastante largo de explicar que no sé hasta qué punto interesará al lector medio. De hecho, a veces me da la impresión de que el lector medio es un tío rarísimo que pasa las páginas a toda velocidad, tras apenas un leve vistazo a lo que está dibujado en cada viñeta, lo justo para entender quién se está moviendo y quién dice qué, y una lectura igualmente somera de los bocadillos. A los autores, naturalmente, nos gustaría acceder a otro tipo de lector, más calmado, con más paladar. A ese lector, quizá dibujante aficionado, autor en ciernes, le diría de entrada que se buscase un método mejor que el mío, que no me ha dado muchas alegrías. Durante muchos años estuve dibujando y entintando en la misma página, una cartulina lo bastante gruesa como para resistir los furores del borrado sin arrugarse. Después inventé otra técnica, que en su momento supongo que me parecería un buen compromiso entre espontaneidad y limpieza, y que consistía en dibujarlo todo a lápiz, ensuciando todo lo necesario, para luego empuñar un portaminas con una mina mucho más dura, y repasar cada línea principal, cada trazo correcto, ignorando todos los erráticos, hecho lo cual agarraba una serie de gomas de distinta blandura y consistencia y, sudando la gota gorda, lo borraba todo, dejando sólo esos pequeños surcos, parecidos a muescas de grabador, esas líneas maestras donde a continuación retomar la labor, una vez más con el portaminas pero con un una mina más blanda, más negra. Ya digo que en su momento esto me parecería una forma de conservar la naturalidad, la soltura del lápiz dentro de unos cauces seguros, hoy me parece un delirio. El resultado se puede ver en los volúmenes tres y cuatro de la serie, me parece. Con el tiempo descubrí una forma más fácil de hacerlo, que era simplemente calcando. Desde entonces hago un boceto a lápiz muy detallado y muy sucio, luego le pongo encima otra página y allí, usando la mesa de luz, es donde hago el entintado, en general con rotuladores y bolígrafos, y con algo de pincel de cuando en cuando. Aunque a veces me ahorro el doble papel, cuando el boceto no es muy complicado y puede hacerse con un lápiz azul o de cualquier color que pueda luego descartarse digitalmente, y en el mismo papel entinto. Después lo escaneo. Le tengo que echar un buen rato a cada página para limpiarla de imperfecciones y de errores, después tengo que echarle también mucho tiempo para darle los grises, que son todos digitales (en tiempos usaba tinta china, aguada, y la verdad era más sencillo, tardaba menos, pero luego me pasaba bastante tiempo retocando). Y finalmente hay que meterle los textos, parcela en la que también acabé pasando de la rotulación manual al uso de una fuente tipográfica que me hicieron imitando mi propia letra, y de nuevo por las mismas razones, no tanto porque se vayan a leer mejor sino para no perderme en los abismos neuróticos de la corrección y el retoque.

Por otra parte, ese uso de un sótano para iniciar la creación del mundo nos resulta curioso. Nos gustaría conocer más sobre ese punto de partida y el proceso de trabajo posterior: ¿cómo salió de tu cabeza?

Ya no recuerdo cuál fue el proceso mental. Ya digo que me pasaba los días en este estudio de la calle Valverde, y había empezado hacía poco esta historia larga en la que un héroe sin vocación llega a un mundo desconocido, mezcla de fantasía y costumbrismo, según todos los indicios obra de un creador aficionado, un demiurgo en pantuflas. Supongo que en algún momento me di cuenta de que justo debajo de donde yo trabajaba, que era en un bajo, al nivel de la calle, había una especie de tragaluz o claraboya que daba a un sótano, tan oscuro y abandonado que ni siquiera llegaba a atisbarse nada a través del cristal opaco y mugriento, a todas luces sin usar desde hacía décadas. Supongo que fue lógico, natural que uniese cabos, y decidiera situar la historia allí mismo, en ese sótano y en ese edificio en particular. Y que se me ocurriera convertir a un vecino cualquiera en el responsable del micro mundo, y además darle los rasgos de mi padre y una biografía más o menos parecida. Por otro lado, esto tenía conexiones obvias con cosas como el mito de la caverna, el inframundo, etcétera, etcétera, conexiones que luego he ido aprovechando y haciendo más explícitas.

Por otra parte, nos gustaría conocer cuáles son las influencias artísticas y literarias al crear «El Capitán Torrezno». 

Esto sería muy largo de contestar con detalle, intentaré dar alguna pincelada. Me gusta la literatura fantástica, en general, y además pienso que lo fantástico y el cómic forman un matrimonio no ya de conveniencia sino muy conveniente. Lo que pasa es que lo fantástico que a mí me gusta ya no se lleva demasiado o no es lo que hoy se entiende por fantástico. Hoy se lleva más, no sé, las cosas esas de espada y brujería, que no sé si se siguen llamando así. Tolkien y su mundo, e imitadores. Y luego Harry Potter y esas cosas. No he leído nada de todo esto, no me atrae mucho, pero es un poco lo que se ha quedado con la etiqueta de fantástico, mientras que, para mí, como decía, lo fantástico es otra cosa: Borges, Calvino, Wells, ese tipo de autores. Me gusta también la ciencia ficción, un cierto tipo de ciencia ficción, pero es un género que ya tuvo su momento dorado, parece, y que ya vive un poco de secuelas y de rentas, después de una larga travesía del desierto. Ojalá reviva del todo, y ojalá que algún día nos olvidemos ya de barreras y prejuicios, y de guetos literarios, y todo el mundo pueda disfrutar de unos campos de la inventiva humana tan fructíferos y nutritivos. Pero bueno, tampoco es asunto mío, allá cada cual. Los libros, los tebeos de todo género están a disposición de cualquiera, que cada uno se organice como quiera. Mi interés particular, claro, sería que la gente se liberara de esos corsés ridículos que indican qué es lo que vale y que lo que no, y sobre todo de esos tan patéticos que deciden qué es lo profundo, o qué es lo adulto, lo denso e interesante y qué no lo es, y que esas masas lectoras liberadas y desprejuiciadas se lanzaran a leer las aventuras del capitán torrezno, pero esto no tiene ninguna importancia.

Para la gente que ya tiene los primeros volúmenes editados por Astiberri ¿Cuál es tu viñeta o historia favorita de «El Capitán Torrezno» y por qué?

Como autor es muy difícil opinar al respecto. Mis libros preferidos dentro de la serie son los que tienen más de aventurero, los que tienen más movimiento, como podrían ser Extramuros, que es el cuarto episodio, o La estrella de la mañana, que creo que es el octavo.

¿Qué papel juega el diálogo y el lenguaje en la construcción de tus personajes y tramas?

Los diálogos tienen mucho que ver con la acción, son fundamentales en el desarrollo de la trama, la interacción de los personajes. Pero sobre todo tienen la responsabilidad a la hora de darle realismo a las cosas, o más concretamente viveza, espontaneidad biológica, por así decirlo. Para que la historia no sea un simple vehículo de opiniones u ocurrencias, o un encadenamiento de acontecimientos supuestamente curiosos, pero en el fondo robóticos. Luego está el tema de los textos de apoyo, que en mi caso suelen ser voces en off de narradores no muy definidos. Ahí es donde me permito jugar un poco, a veces parodiando lo literario, otras veces entrando en ese terreno sin complejos. La voz en off es la puerta de entrada a la ironía, el chiste y el retruécano, mientras que el diálogo es la alegría de vivir de los personajes, la forma en que expresan su alegría de estar vivos, y el autor la suya de que ese milagro de la vida sea posible, y a veces suceda. Luego está el tema de los diferentes registros en el habla: como hay un personaje, el protagonista, que tiene su carácter o su vertiente castiza, pues en los diálogos que le afectan hay que tener un poco de oído, y jugar un poco con la riqueza o con el gracejo del habla popular, que en general va siendo una cosa un poco prehistórica porque ya todo el mundo habla igual, es decir como hablan en la tele. Pero al mismo tiempo tanto este personaje como la serie general se van alejando de esos rasgos realistas y costumbristas y se van haciendo más neutros, así que esas coñas y esas referencias a la jerga, a los modismos de la España de la transición van quedando atrás.  Y finalmente están las jergas técnicas por así decirlo, los lenguajes especializados que también aparecen parodiados de vez en cuando, sobre todo una especie de jerga tecnocientífica que es la que usan unos personajes llamados, verbigracia, los técnicos, que son una mezcla de homenaje a los libros de El incal y a todos los tópicos de la ciencia ficción sobre mundos futuros asépticos y distópicos.

A medida que vamos leyendo los relatos de Torrezno vemos una evolución. ¿Cómo ha cambiado «El Capitán Torrezno» desde su concepción inicial?

Yo, como llevo tantos años metido en esta especie de realidad paralela, no soy muy consciente de lo que puede haber cambiado la historia. Supongo que sí, que ha evolucionado, y esperemos que para mejor. Yo creo que lo único que ha pasado es que la historia se ha ido haciendo cada vez más compleja, porque el método, al menos hasta ahora, ha sido siempre el de añadir, nunca el de restar, el de profundizar, pormenorizar y detallar, y nunca sintetizar, nunca simplificar. En algún momento supongo que habrá que reunir toda la madeja y atar cabos, intento hacerlo siempre que puedo, pero por el momento todavía no me resisto a empezar nuevas líneas narrativas en cualquier momento, añadir nuevos personajes, cambiar de escenario, me parece que es también un poco la esencia de la serie, ese descubrimiento continuo, esa exuberancia.

Actualmente Astiberri está recuperando toda la saga y publicando a la vez material nuevo. Todo un ejemplo de que tu creación sigue vigente en un mundo editorial tan complejo como el mercado español. ¿Cómo ves tú el sector del tebeo nacional en estos momentos?

La verdad es que estoy un poco despistado a este respecto. Ya llevamos muchos años, varias décadas, hablando siempre de si ya nos hemos hecho mayores, de si el medio tiene ya un respeto, de si la industria se consolida, aunque sea mínimamente… No sé qué opinar, me parece que el mercado está un poco estancado. No se han creado los cientos de miles de lectores nuevos que harían falta para ponernos al nivel de Francia o de Japón. Es verdad que hay autores y obras que venden bastante y que han salido del círculo estrecho de los lectores de siempre, pero es un poco la excepción. En fin, a ver si poco a poco, aunque sea muy poco a poco…

Esta nueva edición es una oportunidad para que nuevos lectores descubran esta saga. ¿Qué les espera a quien se acerque por primera vez a “El Capitán Torrezno”?

Pues bueno, si el lector ha llegado hasta aquí ya se hará un poco una idea. De la temática y el contenido de la serie, y de la la verborrea del autor. Quizá sería más sencillo, como aviso para navegantes, explicar lo que no es la saga. No es una parodia, no es una colección de chascarrillos, no es una fantasía caprichosa que sucede en un mundo arbitrario, no es una españolada, no es una reelaboración en clave local de una de tantas cosas ajenas que nos aseguran están de moda y hacen furor en todas partes.

Ahora que realizaste la Ruta del Torrezno por Madrid ¿Has tenido alguna experiencia destacable con algún fan de «El Capitán Torrezno» que te gustaría compartir? ¿Nos podrías decir si hay planificadas más presentaciones y sesiones de firmas?

La gira ya se aproxima al final. Quedan dos fechas: el 15 de marzo en la librería Tomos y Grapas, y en la librería The Comic Co está en proceso, que coincidirá ya con la salida del tercer volumen integral recopilatorio.

Después de Anamnesis, que es el volumen 7, vemos que se queda mucha trama abierta. ¿Cuáles son tus planes futuros con respecto a «El Capitán Torrezno»? Aparte de esta saga, ¿tienes algún proyecto adicional en la mesa de dibujo?

Anamnesis es el penúltimo volumen de un primer acto, digamos, un primer arco narrativo que relata todo lo que ocurre en el sótano. El sótano donde se creó el micro mundo y donde este estuvo siempre constreñido. Y donde sigue estando… por ahora. En el siguiente tomo, que se llamará el fin de la edad de plomo, en alusión a todas las edades de oro que en el mundo han sido, y también a los yacimientos mineros de las cañerías de plomo de la pared, el único metal que conocen los liliputienses, en el siguiente tomo, digo, todo este escenario, este marco geográfico se vendrá abajo, literalmente punto y empezará otra cosa coma lejos de esta prisión coma y el microcosmos dará paso al macrocosmos. Y muchas otras aventuras se sucederán a una escala hasta ahora desconocida. Y como esta es una historia que nunca acaba, y sobre todo, una estructura narrativa en la que creo que puedo meter absolutamente cualquier cosa, pues no tengo ya otros planes de historias, la verdad es que no hay nada que quiera contar que no pueda meter en la saga. Lo único es que las cosas tienen que esperar mucho tiempo, y no sé si me dará el fuelle para meterlas todas. Sí que tengo otros proyectos, pero de otro tipo, no ya historias clásicas, ni mucho menos otras sagas, pero sino cosas más juguetonas, divertimentos, experimentos en los que me meto cuando me aburro demasiado de las exigencias de un trabajo ya tan encarrilado como el del torrezno. A ver si algún día puedo sacar algo de eso a la luz.

De esta manera terminamos esta maravillosa conversación con Santiago Valenzuela sobre “Las Aventuras del Capitán Torrezno”. Esperamos que os resulte tan amena y entretenida como a nosotros, quedando en el aire esas ganas de seguir viviendo en las páginas de ese micromundo, para continuar las idas y venidas de nuestro particular héroe y su destino tan especial.

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