Carretera Fantasma: objeto indescriptible

Es genial ver cómo autores como Jeff Lemire, Gabriel Hernández Walta o Jordie Bellaire continúan demostrando su habilidad para crear cómics que capturan la atención y la imaginación del público, incluso utilizando elementos familiares. Su capacidad para contar historias de manera interesante se hace evidente una vez más en con su reciente “Carretera Fantasma” (“Phantom Road”), donde logran mantener el equilibrio perfecto entre la familiaridad y la originalidad. Aunque los elementos utilizados puedan ser conocidos, la forma en que los combinan y desarrollan hacen una experiencia fresca y emocionante para los lectores. Es como volver a un restaurante favorito y encontrar nuevos platos en el menú que te sorprenden y deleitan.

La historia comienza con un viaje por carretera y un camionero llamado Dom. Un alma solitaria que encontraba consuelo en los kilómetros que dejaba atrás. Su vida ha sido una sucesión de carreteras y luces de neón, un laberinto de asfalto que lo había llevado lejos de un pasado doloroso. Desde joven, Dom había luchado contra los demonios de su historia familiar: una infancia marcada por la violencia doméstica y el abuso de sustancias lo había llevado a buscar refugio en las carreteras interminables. Con cada milla recorrida, intentaba dejar atrás los recuerdos y las cicatrices que lo perseguían. Pero el pasado nunca estaba realmente lejos. A veces, se asomaba en los espejos retrovisores, en las luces de los moteles de carretera donde pasaba las noches, en los sueños que lo atormentaban cuando cerraba los ojos. Una noche, mientras conducía bajo un cielo estrellado, Dom presenció un accidente de tráfico. Los destellos de las luces de emergencia iluminaron la oscuridad, revelando el caos y la tragedia que se desplegaban frente a él. A pesar de sus propios demonios, no pudo ignorar la llamada del deber. Detuvo su camión junto a la carretera y corrió hacia el lugar del accidente. Fue allí donde conoció a Birdie, una joven con ojos llenos de asombro y misterio. En medio del caos, sus miradas se encontraron, y en ese instante, algo cambió para siempre en la vida de este camionero. Birdie no era solo una testigo del accidente; era un destello de luz en la oscuridad, una promesa de redención en un mundo marcado por la desesperación. Juntos, exploraron los restos del accidente, buscando respuestas entre los escombros retorcidos. Fue entonces cuando encontraron el objeto, un artefacto extraño y desconcertante que parecía fuera de lugar en aquel escenario de destrucción. Desde ese momento, la vida de Dom y Birdie toma un giro inesperado. Lo que comenzó como un encuentro casual en una noche oscura se convirtió en un viaje hacia lo desconocido, un viaje que los llevaría a los límites de la realidad y más allá. A medida que avanzaban, el mundo a su alrededor comenzó a desdibujarse, transformándose en un paisaje surrealista de pesadillas.

La mezcla que Jeff Lemire logra aquí entre los elementos de «Expediente X«, terror cinematográfico y los viajes de abducción extraterrestre que desembocan en realidades paralelas es realmente fascinante. Combina elementos de géneros conocidos y los transforma en algo completamente nuevo y emocionante. En primer lugar, la influencia de «Expediente X» se hace evidente en la exploración de lo desconocido y lo misterioso. Lemire utiliza la intriga y el suspense para mantener a los lectores en vilo, creando un aura de misterio que envuelve toda la narrativa. Al igual que en la famosa serie de televisión, los personajes se ven envueltos en situaciones inexplicables y se embarcan en una búsqueda de respuestas que los lleva a lugares inesperados. El terror aporta esa intensidad y emoción a la historia. Lemire sabe cómo crear atmósferas cargadas de tensión y suspenso, utilizando imágenes y escenas que provocan escalofríos y mantienen a los lectores con ganas de saber que pasa en la página siguiente.

Por otra parte, el aspecto gráfico que consigue Gabriel Hernández Walta hace que el relato suba de nivel. Cuando nos podíamos esperar un dibujo muy dinámico y de un formato de acción tipo superhéroes, Walta nos ofrece un enfoque más realista. Cada viñeta está cuidadosamente compuesta y diseñada para captar la atención del lector y sumergirlo por completo en el mundo de la historia. Lo que realmente destaca es el carisma que el artista infunde en cada uno de los personajes, incluso en aquellos que pueden parecer extraños o inusuales. A través de su habilidad para capturar expresiones faciales y gestos sutiles, logra dar vida a los personajes de una manera que los hace sentir creíbles. Esta conexión con los personajes permite que los lectores se involucren más profundamente en la historia y se preocupen por su destino, logrando crear un mundo que es a la vez fascinante y perturbador, lleno de misterio y peligro en cada esquina. Y este trabajo combinado con el color de Jordi Bellaire hace que la guinda del pastel sea perfecta. La forma en que Bellaire utiliza el color para diferenciar entre escenarios realistas y otros que no lo son es especialmente destacable, consiguiendo que con pocos tonos sepamos en que “universo” nos encontramos.

El primer volumen la serie, recién editados en castellano por Astiberri, incluye los primeros cincos números de «Phantom Road«, publicados originariamente por Image Comics. Al final del tomo de 136 paginas nos encontramos una galería de portadas alternativas realizadas por: Gabriel H. Walta, Jeff Lemire, José Villarrubia, Javier Fernández, Andrea Sorrentino, Dani, Brad Simpson, Jeffrey Alan Love, James Harren, David Aja y Christian Ward. Cabe mencionar la traducción de Santiago García, la rotulación de Ana González de la Peña y la maquetación de Alba Diethelm hace que la lectura, la disposición del texto y el tamaño de letra sea de agradecer cuando está tan cuidado el resultado. Tras la lectura de este primer volumen nos quedamos «tarareando el final» y esperando lo que queda pendiente de explorar en el siguiente tomo. Porque esta “Carretera Fantasma” conviene recorrerla por entero.

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