El color de las cosas: Eficaz innovación

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El noveno arte es un medio de expresión que sus posibilidades para expresarse son cuantiosas. Ya lo decía Jack Kirby: «lo más importante es saber contar». Así es, en nuestro amado noveno arte lo primordial es tener la eficacia al utilizar códigos, técnicas, recursos y elementos para capturar la atención del lector y transportarlo a través del relato planteado. En esa línea se puede englobar “El color de las cosas” (“Die Farbe de Dinge”) de Martin Panchaud, recién editado en castellano por Reservoir Books.

Rompedor, inusual, atrevido, transgresor y sorprendente. Todos estos adjetivos se han utilizado para esta obra, premiada en el 2023 con el Fauve d’Or de Angoulême y el Grand Prix de la Critique ACBD, el Premio del Libro Infantil y Juvenil de Suiza., el Premio al Mejor Debut del Festival de Colomiers o Premio al Mejor Debut del Festival de Delémont. Más allá de la sorpresa y reconocimiento obtenido, estamos ante un cómic rotundamente efectivo. Intentaremos explicarlo a continuación.

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Más que el qué, lo que importa en estas páginas es el cómo. La trama que aquí espera es un thriller bien construido con suficientes elementos de interés para funcionar a través de cualquier desarrollo de narrativa gráfica más convencional: la historia de un chaval de 14 años con un padre alcohólico y aficionado a las apuestas, con una difícil vida social entre los muchachos de su edad. Todo cambia el día que, por azar o adivinación, consigue acertar una apuesta millonaria en las carreras de caballos. Pero también es el día que a su madre le dan una brutal paliza que la deja en coma… y a su padre en paradero desconocido…

Dicho lo cual, a partir de aquí se construye un solvente thriller en lo argumental, con suficientes puntos de interés y giros para no dejar su lectura hasta acabar la obra. Como ya hemos dicho, una trama que podría funcionar revestida de cualquier estilo de narrativa gráfica convencional. Pero Panchaud no fue por el camino esperable, sino que se atrevió, en la parte gráfica, a dar un sorprendente salto sin red. Tan peligroso a priori como exitoso viendo el resultado final.

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Así se alza en lo gráfico esta obra, donde los adjetivos antes mencionados han sido los utilizados para referirse a “El color de las cosas”. Aquí no encontraremos ninguna viñeta que nos muestre figuras humanas, ni ninguna representación pictórica con tintes realistas. Panchaud ilustra su debut a través de círculos cromáticos que representan a los personajes, situados en viñetas que nos recuerdan a planos y mapas. En ocasiones vemos detalle de algún elemento que se utiliza en la trama. En otras, a modo de pictogramas, Panchaud nos contextualiza elementos esenciales del argumento.

Esos son los mimbres gráficos de esta valiente y rompedora apuesta en viñetas. Una apuesta a todas luces ganadora, pues funciona como un resorte en su recorrido. Consiguiendo que, en primer lugar, el lector acepte y asimile de forma orgánicamente eficaz los códigos propuestos en las primeras páginas, donde texto y dibujo, como en un buen cómic, quedan indisolublemente maridados en la narrativa gráfica que desarrolla. Haciéndolo de forma rotunda y resolutiva, atrapando entre símbolos un thriller en el que la mente del lector juega un papel primordial más allá de la representación gráfica expuesta, pues aquí lo representado es una abstracción absoluta, pero con un rotundo éxito en su misión. Una cuestión que ciertamente supone una vuelta de tuerca entre el concepto de representante (gráfico) y lo representado, consiguiendo un resultado tan estimulante como fresco.

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Por todo ello, las 240 páginas que esperan en la edición en cartoné que ha puesto en circulación Reservoir Books, con traducción de Xisca Mas, se postulan como una de las lecturas más refrescantes de este comienzo de año, por lo valiente y estimulante del concepto formal planteado. Por lo rompedoramente inteligente de su desarrollo y la eficaz innovación que supone “El color de las cosas”: un salto sin red tan valiente como brillante.

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