
«Es mi fantasía del fin del mundo. Un fin del mundo suave, desesperado pero tierno.»
Así se expresa Sun Bai, coautora junto a Lucas Burtin de “La playa más bonita del mar del Norte”, (“La plus belle plage du Nord”), un delicado cómic postapocalíptico que ha editado en castellano Fulgencio Pimentel a finales del año pasado. En el nos espera una historia reposada, que crece melancólicamente viñeta tras viñeta entre bitonos azulados, para dejar huella en quien se asoma a ella.
“Cuando el aumento del nivel de las aguas fue dado a conocer,
prácticamente todos abandonaron la Tierra…”
La mayoría de relatos apocalípticos tienen en la tensión y la acción su mayor baza argumental. No es este el caso, aquí el final ya ha pasado. Aquí nos situamos tras el ocaso, cuando todo ya ha pasado. Donde quien ha podido, ha huido del planeta. El nivel del agua ha aumentado y a pesar de todo, queda gente en la tierra. Como la protagonista, que se dispone a tener una cita…

“Llegué de madrugada. Estaba nublado.
Aparqué frente al puerto antiguo.
Aparte de un tipo de mediana edad paseando a su perro, solo estaban las gaviotas.”
Tras lo trágico, solo queda espacio para la nostalgia y la melancolía, que se siente en el ambiente, en las relaciones y conversaciones que mantienen los pocos seres humanos que se encuentran. Nada se verbaliza, pero es latente en cada paso, en cada encuentro, en cada mirada y rostro. No es el final… es después del final.
De este modo han plasmado Sun Bai y Lucas Burtin su visión del fin del mundo: sin estridencias, como una sobria poesía. Sin excesos pero con absoluta sensibilidad. Donde cada viñeta más que leerse, se siente. Donde cada trazo ahonda en la melancolía ambiental que desprende cada página. En el lugar en el que, cada texto destila ternura ante lo inevitable.

“Era una mañana norteña, una mañana melancólica pero apacible.
Decidí pasear por el centro”
El último café… la inminente subida de los mares… Un adiós… vida contenida… ternura y melancolía…
Eso espera en “La playa más bonita del mar del norte”. Editado en Francia por Fidèle éditions, Fulgencio Pimentel nos lo presentan en una cuidada edición de cartoné con sobrecubierta, en un azulado bitono que potencia lo que muestra, y traducción de César Sánchez. Un paseo lánguido y bello, que apela a lo sensitivo, hecho tebeo. Que cuando lo abres, se para el tiempo, por el potente magnetismo que va desplegando este poema gráfico hecho tebeo. Sutil y bello, con la intensidad de las cosas puras, las que conmueven apelando a lo íntimo.
