
En el siglo XVIII, los viajes en alta mar eran esencialmente peregrinajes, misiones arriesgadas que llevaban a los marinos más allá de las fronteras conocidas hacia la vastedad azul del océano. Los barcos, impulsados por la fuerza del viento y la destreza de sus tripulaciones, se convertían en santuarios flotantes que guiaban a los aventureros a través de mares desconocidos. Estas expediciones tenían objetivos variados, desde el comercio y la expansión de imperios hasta la exploración de nuevas rutas marítimas y territorios. Los marinos, en su afán por descubrir y conquistar, se embarcaban en viajes que a menudo se convertían en odiseas de años, enfrentándose a la incertidumbre y a los peligros del mar abierto. La vida a bordo de un barco del siglo XVIII no era para los débiles de corazón: los tripulantes a menudo vivían en un espacio confinado, donde cada centímetro cuadrado estaba meticulosamente asignado para cumplir con funciones específicas. La intimidad era un lujo inexistente en medio del vasto océano. Las condiciones a bordo eran ásperas y exigentes. Además, existía la constante amenaza de tormentas impredecibles: el riego de naufragar o peligrosos encuentros con corsarios o enemigos de otras naciones. La rutina diaria implicaba trabajo arduo, desde la navegación y la vigilancia hasta la maniobra de velas y la reparación de aparejos. La alimentación también era escasa y monótona, dependiendo en gran medida de las raciones almacenadas a bordo. Las enfermedades, como el escorbuto, causadas por la falta de vitaminas frescas, eran una amenaza constante. En este entorno, la camaradería y la disciplina eran esenciales para mantener la moral y garantizar la supervivencia. Todo eso aparece en el clásico de Carlos Trillo y Enrique Breccia: “El Peregrino de las Estrellas”, un relato para embarcarnos en un océano entrelazado de conceptos marineros e imperecedera alta ficción de gama alta.

La premisa central del tebeo es un concepto tan fascinante como llamativo: la imagen de un bergantín del siglo XVIII surcando el cosmos, anclado en una travesía intergaláctica, evoca plenamente un sentido de maravilla y aventura que despierta lo fantástico desde la primera página. La elección de un barco del siglo XVIII como vehículo espacial añade, en las mismas dosis, un toque de surrealismo y nostalgia que contrasta con el espacio futurista al que se aventura. A lo largo de su travesía, los personajes se enfrentan a una serie de mundos estelares, cada uno con su propia estética y peligros. Desde planetas inhóspitos hasta estrellas fugaces que ofrecen encuentros efímeros, el cosmos representado por Breccia cobra vida de una manera que va más allá de la mera ciencia ficción más evidente o esperable. La capacidad del cómic para visualizar estos mundos imaginarios, gracias al talento artístico de «Churrique» (el apodo de Enrique), permite a los lectores sumergirse por completo en la experiencia cósmica. Aunque ese entorno es deslumbrante, son los tres pasajeros del bergantín quienes llevan el peso emocional y filosófico de la historia, dándole la verdadera dimensión que posee el relato. Cada uno de ellos, representando aspectos diferentes de la condición humana, se embarca en un viaje interno tan complejo como el espacio que exploran. El capitán y principal protagonista, en su búsqueda de aventuras y significado, encarna la eterna lucha humana por encontrar un propósito en un universo aparentemente sin fin. A medida que navegan por estrellas y se enfrentan a lo desconocido, los personajes se ven confrontados con sus propias limitaciones y aspiraciones, llevando consigo las preguntas fundamentales sobre la existencia. Las interacciones entre los personajes en este reducido espacio confinado generan dinámicas fascinantes. La soledad del viaje espacial se convierte en un espejo que refleja las relaciones humanas, sus conflictos, pero también sus momentos de conexión y comprensión. La profundidad de los personajes no solo yace en sus características individuales, sino en la forma en que interactúan y evolucionan a lo largo del viaje.
A medida que la trama avanza, este tebeo no se contenta solo con ofrecer una narrativa que engancha y atrae a partes iguales, Trillo utiliza esta travesía espacial como una plataforma para explorar las paradojas de la condición humana, invitando a los lectores a reflexionar sobre cuestiones existenciales mientras los personajes se enfrentan a lo extraordinario y lo desconocido. La inclusión de la esclavitud o la forma en el que el ser humano actúa agrega esos detalles tan interesantes de la historia. A medida que el bergantín avanza en su expedición, los personajes se encuentran con civilizaciones alienígenas, cada una con su propio sistema político y social. Estos encuentros no solo sirven como catalizadores para momentos de tensión y conflicto, sino que también plantean preguntas más amplias sobre la naturaleza de la política y la convivencia en un contexto cósmico. La obra no busca proporcionar respuestas fáciles, sino más bien plantear preguntas incómodas sobre la capacidad de la humanidad para aprender de sus propios errores a medida que se aventura hacia lo desconocido.

El estilo de dibujo de Enrique Breccia es una amalgama única de diversas técnicas que resulta en una expresividad visual sin igual. Su manejo del pincel es particularmente destacado, y esto se refleja en la forma en que las líneas fluidas y enérgicas dan vida a cada elemento de sus ilustraciones. Desde los personajes hasta los escenarios cósmicos, cada trazo parece llevar consigo una carga de emoción y movimiento. La técnica de este autor argentino a menudo se caracteriza por la combinación de líneas fuertes y orgánicas con manchas de tinta, creando una sensación de textura y profundidad. Este enfoque dinámico aporta vida y energía a las páginas, convirtiendo cada viñeta en una obra de arte por derecho propio. Imprime una caracterización única a sus personajes a través de su estilo de dibujo. Los rostros de los protagonistas y de los seres alienígenas no son solo representaciones visuales; son ventanas a las emociones y experiencias de cada entidad en la narrativa. Los rasgos faciales son a menudo exagerados, utilizando líneas gruesas y contornos pronunciados para resaltar expresiones y gestos. Los ojos, en particular, son elementos expresivos que parecen comunicar profundidades emocionales sin necesidad de palabras. En «El Peregrino de las Estrellas», los personajes se comunican no solo a través de diálogos, sino también a través de la intensidad de sus miradas y las expresiones plasmadas en sus rostros. Toda esa capacidad de detalle plasmada en cada viñeta aumenta la profundidad de la obra y, lejos de dificultad la narrativa que despliega, la potencia de forma exponencial.
La edición original se publicó en Argentina bajo el sello editorial Ediciones Record en 1979, llegando a España por primera vez en 1980 en la revista «Toutain Comix Internacional». De hecho, tuvo el honor de encabezar el sumario del primer número de la publicación en la que siguió apareciendo hasta el doce. Ahora, gracias a Dolmen Editorial tenemos este recopilatorio de esta obra inmortal de Trillo y Breccia. Con un formato de tapa dura y 160 páginas su mayor parte en blanco y negro con varias páginas finales a color. Con una introducción de Pepe Gálvez y un final con unos extras escritos por Mariano Buscaglia (nieto de Alberto Breccia y sobrino de Enrique Breccia) y Norman Fernández. Además de un texto de Ángel de la Calle que remata esta edición. Un detalle que me gustaría destacar es la restauración del material que la realiza de manera muy correcta Germán Ampiee.

Así vuelve a zarpar por el universo editorial español esta amalgama de fantasía desenfrenada y realismo crudo que, tras su lectura, nos recuerda la dualidad intrínseca de la vida. A medida que los personajes se embarcan en su travesía cósmica, enfrentan no solo a monstruos y seres de luz, sino también a las paradojas de la condición humana. Es un viaje que nos invita a contemplar las maravillas del cosmos y, al mismo tiempo, a enfrentarnos a nuestras propias reflexiones internas. Al cerrar las páginas de «El Peregrino de las Estrellas«, no solo abandonamos un cómic, sino que nos despedimos de una experiencia que trasciende el tiempo y el espacio. Esta obra se convierte en una invitación perpetua a la aventura, a lanzarnos a lo desconocido con la certeza de que, al igual que los personajes que surcan el universo en su bergantín estelar, nosotros también estamos destinados a explorar, descubrir todos los tebeos que llegan a las librerías.
