
La locución latina que acompaña el titular de hoy quiere decir “Así pasa la gloria del mundo”, utilizada formalmente para designar lo fugaces que son en realidad los logros humanos, que tarde o tempranos quedan sepultados en el olvido. También es el título que aparece en la última viñeta en uno de los relatos que engloba el cómic que hoy nos ocupa: “El Bar de Joe” (“Le bar à Joe”), de José Muñoz y Carlos Sampayo, editado recientemente por Salamandra Graphic.
A lo largo de las 360 páginas que consta esta obra se aglutina la trilogía de Muñoz y Sampayo sobre lo humano y lo mundano: “El bar de Joe” (“Le bar à Joe”), “Episodios amistosos” (“Histories amicales du Bar à Joe”) y “En los bares” (“Dans les bars”). Publicadas originalmente en francés por Casterman en los años 1981, 1987 y 2002, vieron la luz en castellano los dos primeros volúmenes de la mano de Nueva Frontera – New Comic (la editorial que creó Totem) , para posteriormente ser reeditadas por Planeta Agostini, que en la primera década de este siglo editó también “En los Bares”. Con la edición que ha llevado a cabo Salamandra Graphic, es la primera vez que aparecen de forma compilada en castellano en una cuidada edición traducida por Diego de los Santos, en la que, a modo de epilogo, hay varias entrevistas de Igort (siendo traducidas “Conversando en el bar de Joe” y “Ventanas abiertas” por Juan Naranjo) con los autores, dando un mayor contexto conceptual al volumen. Una edición de justicia en toda regla, por todo lo que aguarda en estas páginas.

Aquí nos encontramos con una de esas joyas del cómic internacional, de esas que aparecen casi por casualidad o por necesidad. Y de esa necesidad no es que se hiciera virtud, directamente lo que fructificó fue una de las cumbres creativas de Muñoz y Sampayo (“Carlos Gardel: La voz de Argentina”, “Sudor Sudaca” o “Billie Holiday”). Para ahondar en ello nos tenemos que situar en la década de los ´70. Los autores ya habían comenzado con una de sus series fetiche: “Alack Sinner”, un tebeo policial que devino, por su intensidad, en uno de los cómics con mayor carga existencialista de la época. En aquel 1978, Éditons du Square, la editorial donde Alack Sinner aparecía regularmente en la revista Charlie Mensuel, pasaba por serias dificultades económicas.
Conscientes de que no podían seguir con “Alack Sinner” en otra editorial, Muñoz y Sampayo optaron por centrar su producción en aquel bar donde el detective solía ir a beber con asiduidad: “El bar de Joe”. La atmósfera de aquel garito iba a resultar el caldo de cultivo perfecto para una colección de relatos de vidas cruzadas, de “gente perduta” (parafraseando a Dante Alighieri , al igual que hace Muñoz en la entrevista mantenida con Igort a final del tomo) en la encrucijada. Con ellos, personajes fugaces, los autores edificaron solventes relatos negros, existencialistas, mundanos… Certeros, en definitiva, de los que dejan huella tras su lectura.

Dentro de “El Bar de Joe” se revela una voz propia. Tanto literaria como gráfica, maridada de forma rotundamente ejemplar. Los certeros retratos humanos que Muñoz son totalmente tridimensionales. Del mismo modo, Sampayo juega magistralmente con su trazo para perfilar gestos, miradas y expresiones que definen inequívocamente a cada personaje. A la vez, las masas de negro dotan un volumen que hacen que cada viñeta merezca contemplarse con detenimiento, por la fuerza que desprenden. De esa manera se compone este fresco “humano, demasiado humano”, que retrata algo más universal que lo que acontece en el garito neoyorkino de Joe. Pues lo que capturaron Muñoz y Sampayo es eterno y apela a la condición humana, totalmente reconocible más allá del contexto donde se desarrollan estos relatos.
Es pues “El bar de Joe” un ejemplo de brillantez imperecedera en cuanto a narrativa gráfica y profundidad, que desafía lo transitorio de la gloria humana. Siendo este uno de los casos que sirve como contraejemplo a la locución latina del título, pues la gloria que atesoran estas páginas permanece intacta y con toda su potencia, por mucho que pase el tiempo. Hagamos pues un hueco en la barra de ”El bar de Joe” y permanezcamos atentos a lo que ocurra en el local. La “perduta gente” que puebla el garito nos hará encontrar un cómic esencial del noveno arte mundial. De los que conviene atesorar.
