Tambores: Los sonidos retumbantes se propagan por los campos de algodón

En lo más profundo de la noche, en un lugar apartado y envuelto en la oscuridad, los tambores comienzan a resonar en un ritual vudú. Su sonido es escalofriante, como un eco siniestro que se eleva desde lo más recóndito de la tierra. Cada golpe parece emanar de las entrañas de la mismísima noche, como si las sombras tomaran forma y se convirtieran en sonido. Los tambores retumban con un ritmo ominoso y perturbador. Su cadencia se vuelve hipnótica, atrapando a todos aquellos que tienen el coraje de escucharlos. Un aura de maldad se cierne sobre el lugar, y los presentes sienten cómo el escalofrío del terror se desliza por sus espaldas, como manos frías que les aprisionan. Las notas que emergen de los tambores vudú son como lamentos angustiosos de almas atormentadas. Su eco se arrastra entre los árboles, susurrando oscuros secretos y llamando a lo desconocido. La música infernal se adueña del aire, creando una atmósfera espesa y asfixiante que atrapa a los incautos en su siniestro hechizo. El sonido se intensifica gradualmente, como si los tambores estuvieran cobrando vida propia. Cada golpe es más poderoso que el anterior, resonando en los corazones de los presentes como un latido maligno. Los rostros de los participantes se iluminan con una luz fantasmal y sus ojos se desorbitan, como si estuvieran siendo poseídos por fuerzas sobrenaturales. La danza que acompaña el toque de los tambores es macabra y desquiciada. Los cuerpos se retuercen en una danza frenética y descontrolada, como marionetas manipuladas por fuerzas invisibles. El sudor y la sangre se mezclan en un frenesí infernal, mientras los participantes parecen perder la noción del tiempo y el espacio. Los cantos y rezos que acompañan el sonido de los tambores son siniestros y aterradores. Voces guturales y susurros sombríos se entrelazan, como si fueran invocaciones a entidades oscuras y malévolas. El aire se carga de energías malignas, y los presentes sienten cómo el mal acecha a la vuelta de cada esquina, como si estuvieran sumergidos en un remolino de pesadillas. Con cada golpe de los tambores, la presencia de lo desconocido se hace más tangible. La barrera entre el mundo de los vivos y el reino de las sombras se desdibuja, y los espíritus acechan en las sombras, esperando el momento adecuado para manifestarse….  

El Torres, Kráneo, Abel García, Fran Gamboa y Beatriz Gutiérrez en el tebeo “Tambores” nos presentan a Martin Irons un agente del FBI que trabaja en New Orleans. Una noche, estando de servicio, recibe una llamada de la sheriff de un pueblo llamado Santa Rosa pidiéndole ayuda. Irons piensa que algo raro ha pasado y tiene que ser lo suficientemente grave como para que la sheriff contacte directamente con el FBI. Cuando Irons llega a la escena del “crimen”, lo que encuentra es un montón de cadáveres de personas que, al parecer, estaban realizando un ritual de santería. Los cuerpos no revelan ningún síntoma de violencia, por lo tanto, se presume que se trata de un suicidio colectivo. Además, se encuentran utensilios y amuletos de varias religiones asociadas a la “magia negra”. Irons y su compañero Poltz se desplazan hasta la morgue, donde se han llevado los cadáveres para ser sometidos a las autopsias. Todo transcurre de forma normal hasta que, en un momento en el que, estando el investigador a solas con los cuerpos, una de las víctimas del “suicidio”, se levanta. Algo malo va a pasar y nadie va a poder impedirlo. Por supuesto, Irons achaca el terrorífico episodio sufrido con el cadáver a alguna clase de toxina o droga que estuviese presente en los cuerpos y que le haya afectado. Poco después entra en escena Michelle Hernández, Antropóloga, asesora civil del FBI y experta en religiones afrocaribeñas. Ella ayudará a Irons a esclarecer los hechos del “suicidio religioso”. Desde aquí nos irán revelando misterios y terrores según avancemos en las páginas.

El Torres, uno de nuestros mejores guionistas, ha demostrado una habilidad excepcional para construir una narrativa sugestiva que atrae a los lectores en un mundo de misterio, suspenso y horror. Una de las principales características de la escritura de Juan Torres en «Tambores» es la cuidadosa atención que presta a los detalles. Cada escena y diálogo están meticulosamente elaborados para crear un entorno sofocante. Desde las descripciones de los escenarios oscuros y sombríos hasta las interacciones entre los personajes, el guion logra sumergir al lector en un mundo con investigadores policiales, loas, hechizos y religiones africanas rituales. Los personajes son fascinantes y están llenos de matices. Cada uno tiene su propia historia, miedos y secretos que se revelan a lo largo de la trama. El guionista logra conectar al lector con los protagonistas, haciéndolos sentir empatía y comprensión por sus luchas y dilemas.

La historia está estructurada de manera magistral, revelando pistas y giros inesperados que mantienen al lector en vilo. El Torres logra dosificar la información de manera estratégica, manteniendo el suspenso que mantienen el interés del lector en constante aumento. Cada revelación y giro de la trama se siente coherente y bien estructurada. El vudú y la brujería se exploran de manera respetuosa y enriquecedora, aportando una profundidad cultural a la historia. El guionista se sumerge en las creencias y tradiciones del vudú, creando un ambiente auténtico que da vida al mundo sobrenatural del tebeo.

El tebeo «Tambores» se beneficia de la colaboración artística de dos talentosos dibujantes, Kwaichang Kráneo y Abel Garcia, cuyos estilos se entrelazan para crear una experiencia visual realmente apasionante. Cada uno aporta su propia visión artística única, lo que resulta en un tebeo que destaca por su originalidad y expresividad.

Kwaichang Kráneo, es el encargado de dar vida al primer capítulo de la serie presentando a los primeros personajes y escenarios que pueblan el mundo de «Tambores». Sus habilidades para capturar la expresividad de los personajes y transmitir emociones son impresionantes. Cada uno de los protagonistas tiene una presencia absorbente y una personalidad que se desprende de las páginas. Kráneo logra infundir en sus diseños una mezcla de belleza y horror, que complementa a la perfección la atmósfera misteriosa del tebeo. Por otro lado, Abel García se encargado los capítulos del dos al cuatro, incluyendo el nuevo prólogo de la obra. Sus ilustraciones aportan un formato un poco diferente al anterior dibujante. Con un estilo animado que le otorga un encanto único a la narrativa. Su talento artístico permite que los personajes y escenarios cobren vida con una estética vibrante y llena de energía. La fluidez del dibujo se refleja en el movimiento y la dinámica que imprime en cada viñeta. Los personajes parecen estar siempre en movimiento, con poses expresivas y gestos enérgicos que añaden un toque humorístico y teatral a la narrativa. Esta animación visual permite que la historia avance de manera fluida y entretenida, manteniendo la atención del lector en cada página.

El color en el tebeo viene a cargo de Fran Gamboa y Beatriz Gutiérrez. Ambos artistas tienen un talento excepcional para utilizar la paleta de colores que añade profundidad a cada viñeta. El color de Fran Gamboa y Beatriz Gutiérrez en «Tambores» se caracteriza por su enfoque en tonos oscuros y sombríos. La paleta elegida está llena de azules profundos, verdes oscuros y tonos terrosos. Ese ambiente clásico americano, cercano a las plantaciones de algodón, junto con la lluvia genera con esas tonalidades una sensación de cercanía a la época colonial americana.

En esta esperada reedición de este aclamado comic de vudú y zombis, Karras Comics nos vuelve a dar la opción de tener en papel esta obra tan buena e interesante. Son 112 páginas con tapa dura y un tamaño un poco menor a un comic book clásico, en el formato «karras» que tan bien lucen sus títulos. Es una nueva edición ampliada y corregida, y portada de Gabriel Hernández Walta. Aparece un prólogo nuevo y al final de tomo unos extras muy jugosos: en este caso nos espera un glosario de palabras que usa “El Torres”. Aunque esta sea una obra de ficción, siempre trata de representar con cierto aire de veracidad la base en la que sé que inspira. De la misma manera podemos ver los diseños de Kráneo y Abel García de los protagonistas de la obra.

Finalmente, «Tambores» llega a un desenlace impactante y satisfactorio. Los tambores silencian su estruendo, y el tebeo deja una huella imborrable en el lector. La combinación de lo sobrenatural con la esencia humana, se convierte en un viaje hasta lo más profundo del alma.

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