La caza: El hombre, la bestia, la sociedad

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Hace ya un tiempo quedé tan extrañado como fascinado con «Psiconautas«, peculiar proyecto de animación que adaptaba un cómic de Pedro Rivero y Alberto Vázquez. En la película, los autores mostraban a las claras una intención rompedora y muy alejada de lo que los circuitos comerciales acostumbran a ofrecer. Una rara avis que mezclaba un estilo visual infantil con una trama netamente adulta que transitaba por rincones oscuros y perturbadores. Vázquez ha ido alternando su carrera de autor de cómics con la de director, siendo su último hito el largometraje «Unicorn Wars«. «La caza» es su última propuesta dentro del mundo de las viñetas, y supone una de esas rarezas que merecen todo tipo de elogios.

Lo primero que llama la atención al comenzar la lectura es, sin lugar a dudas, el estilo visual que este autor despliega. Se trata de un dibujo (arte sería una palabra más adecuada) asentado en lo difuso en cuanto al monocromismo y al moderado resquicio que queda para la iluminación. Es decir, nos hallamos ante páginas en las que predomina la oscuridad, la negritud. Y, como hemos dicho en más de una ocasión, el propio arte se convierte en el concepto y viceversa. Me explico: Las sombras se trasladan desde el dibujo hasta el mensaje, incidiendo en temas tan universales como el miedo al otro, la genuina identificación del hombre con el monstruo o la opresión que el modo de vida moderno ejerce sobre el individuo. La sombra que arrojamos, normalmente en forma de miedos, termina arropándonos hasta asfixiarnos. 

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Lo potente de La caza radica en distintas obsesiones, de algún modo repartidas por la obra en segmentos diferenciados. El hombre contra la bestia protagoniza el primero, en un enfrentamiento de carácter mitológico y fundacional que puede inducirnos a pensar en referentes como Moby Dick. Alberto Vázquez, sin embargo, va más allá y propone una inmersión total del personaje con el “monstruo”, fusionando ambas imágenes de manera magistral y logrando que su efecto retumbe con eco en nuestro cerebro. 

El segundo gran tramo temático lo protagoniza el hombre contra la sociedad. Se trata de un giro rompedor pero genial, que sirve para romper del todo la concepción que el lector pueda tener sobre la obra hasta ese momento y que pone de manifiesto la visión tan fuera del margen de este creador.  Prefiero no desvelar más, ya que la obra es breve y merece ser degustada. 

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La tercera reflexión sobrevuela toda la obra de principio a fin, y se trata del hombre contra la naturaleza. La caza puede entenderse como una necesaria remembranza de nuestra parte natural, un tratado nostálgico para devolvernos a unas raíces que parecemos haber olvidado. Una vez más, el arte de Vázquez asombra cuando nos percatamos de la omnipresencia de la naturaleza, tanto en muchos detalles de composición como en el propio y sucinto texto que acompaña a algunas viñetas.

Compartiendo espíritu con el Metrópolis de Christian Montenegro, La caza se revela como un grito atronador por parte de un autor especial. El desfile de acuarelas nos sumerge en un universo salvaje y resonante que, pese al mutismo de las páginas, tiene mucho de sensorial y que, además, juega con el simbolismo de un modo desarmante. Si las pinturas negras de Goya fuesen realmente negras, se parecerían mucho a las imágenes que La caza proyecta sobre el papel. Con estampas memorables, estamos ante un cómic monumental que merece ser visitado y revisitado.

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